sábado, 29 de agosto de 2015

La fidelidad se llama Canelo.


En el cementerio de San Javier, de Murcia, hay un perro que lleva diez años durmiendo y viviendo sobre la tumba de su amo. El animal, si es que así puede llamársele, días después de la muerte de su amo, añorando su presencia, se encaminó él solo al cementerio, encontró ¿quién le guiaba?, su tumba y sobre ella se sentó a esperar a la muerte. Durante muchos días no se movió de sobre su lápida, sin alejarse siquiera para buscar comida. Sólo más tarde, el viejo sepulturero se apiadó de él y sustituyó, en parte, el cariño del muerto. Pero Canelo nunca renunció a su fidelidad. Y allí sigue, recordando a un muerto cuyos parientes ya le han olvidado. El amor del perrillo es la única flor que adorna esa tumba. Hasta el verdín ha borrado ya casi el nombre del muerto. En la memoria de Canelo no se ha borrado nada.


José L. Martín Descalzo


Dios es la roca de Israel (Dt 32,4). Sus palabras y promesas no pasan, se mantienen de generación en generación. A pesar de las infidelidades de la raza human, El permanece fiel (2 Tm 2.13).

Cristo es el siervo fiel, que cumple en todo la voluntad del Padre. La fidelidad de Dios se manifiesta en El, pues aún siendo nosotros infieles, El permanece fiel. Por eso Pablo invitará a los cristianos a imitar a Cristo manteniéndose firmes hasta la muerte (2 Tm 2, 11s).

¿Quién es, pues, el siervo, el cristiano fiel?

“El que es fiel en lo mínimo, también lo es en lo mucho” (Lc. 16.10). El que es infiel en lo poco, también lo será en lo mucho. La fidelidad radica en el corazón, porque éste no puede estar sin poseer. “Es imposible ser hombre y no inclinarse. Si a Dios rechaza, ante un ídolo se inclina” (Dostoievski). Cualquier cosa se puede convertir en ídolo absoluto, a cambio de una pequeña satisfacción esclavizante. Tres ídolos tienen especial arraigo en la mente humana: el dinero, el sexo y el poder. Los tres y muchos más, embriagan y esclavizan al ser humano prometiendo sabiduría, comodidad, felicidad, fama. Todos tienen el oficio de suplantar y alejar a Dios de la vida.

Canelo nunca renunció a la fidelidad. “Si los humanos amasen a Dios como los perros adoran a los hombres. Dios sería un amo bien servido” (Rilke).

sábado, 22 de agosto de 2015

Adán no tuvo madre.


La joven madre puso el pie en el sendero de la vida.

¿Es largo el camino? Preguntó. Y el guía le habló así: si y es un camino difícil, pero el final será mejor que el principio.

Sin embargo, la joven madre era feliz y no creía que pudiera haber nada mejor que esos años. De modo que jugó con sus hijitos, recogió flores para ellos por el camino, se bañó con los niños en las claras corrientes y gritó:

¡Nada será jamás mejor que esto!

Llegó la noche y la tormenta. Los niños se agitaban temerosos y helados. Su madre los recogió en sus brazos y los cubrió con su capa y los niños dijeron:

Mamá, no tenemos miedo porque tú estás con nosotros y nada malo puede ocurrirnos.

Llegó la mañana y vieron una colina ante ellos. Los niños subieron y se cansaron. Cuando llegaron a la cima dijeron:

Madre, no podríamos haberlo logrado sin ti.

Al día siguiente surgieron unas nubes extrañas que oscurecieron la tierra, nubes de guerra, odio y maldad, pero su madre dijo:

Alzad los ojos a la luz. Los niños miraron a lo alto y sobre las nubes vieron una gloria eterna que les guió y les llevó más allá de la oscuridad. Y esa noche la madre dijo:

Este es el día mejor de todos, ya que hoy les he mostrado a Dios a mis hijos.

Al final de sus días la madre dijo: He llegado al final de mi camino. Y ahora sé que el final es mejor que el principio, pues mis hijos ya saben caminar solos.

Y los hijos dijeron: Tú siempre caminarás con nosotros madre.


Temple Bailey



En el niño se van marcando todos los comportamientos, palabras y actitudes de la madre.

Gregorio Matéu afirma:

“Ser madre es responsabilizarse del crecimiento del niño;
dejarle seguir su camino cuando llegue la hora;
permitirle que tome sus propias decisiones;
hacerle ciudadano del mundo;
potenciar sus cualidades;
proporcionarle un ambiente de confianza;
encauzarle hacia la autoestima;
mostrarle los caminos de la trascendencia.”

La madre dedica todo el tiempo a su hijo y da por él la vida. Tanto se ha ensalzado la labor de la madre, que Unamuno llega a decir: “Adán pecó porque no tenía madre” y el “hijo pródigo abandonó la casa de su padre, porque faltaba el calor de la progenitora de sus días.”

Dios es padre y es madre. El se acomoda a cada persona, a su modo de ser, a su caminar. San Juan de la Cruz dice que Dios, ordinariamente va criando y regalando a la persona humana “al modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos, le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce lo cría y en sus brazos lo trae y regala” (Noche Oscura, lib.1 cap. 1, nº 2). A medida que el niño va creciendo, le irá dando el alimento adecuado.

“No les dejaré huérfanos; vendré a ustedes…Porque yo vivo, ustedes vivirán” (Jn 14.19).

sábado, 15 de agosto de 2015

El amor es gratuito.

 
Había una monja muy santa que tenia una casa donde había recogido a varios niños huérfanos y los cuidaba. Era muy cariñosa con ellos, sin importarle los defectos o la ingratitud de los niños.

Los muchachos comenzaron a sentirse mal con este cariño tan gratuito al que ellos correspondían tan mal. No podían soportar que alguien los quisiera tal cual eran, sin esperar nada a cambio. Y buscaron la manera de hacerse méritos.

Uno trató de corregir sus defectos para hacerse más digno del amor que recibía, pero no lo podía conseguir.

Otro trató de ser tan bueno con la monja como ello lo era con él, pero era egoísta y no atinaba a ser lo cariñoso que quería.

Otros se sintieron tan indignos de la caridad de la monja, que se fueron de la casa para convivir con gente cuya amistad fuera como la de ellos.

Otros se resistieron y se pusieron agresivos con la religiosa, porque en el fondo deseaban que ésta fuera interesada y egoísta como ellos.

Pero otros, decidieron ser más humildes y aceptar ser queridos tal cual eran y sin condiciones. Esto los liberó de sus complejos y tensiones y les dio mucha paz y aceptación de sí mismos, y les ayudó a querer a sus otros compañeros tal como eran, y a aceptarse unos a otros sin condiciones y gratuitamente.


Segundo Galilea



“No hay más que una sola clase de buen amor, pero hay mil copias diferentes” (Le Rochefoucould)

El buen amor es el de Dios. El ama y perdona. Nosotros tenemos dificultades en admitir ese amor, porque El nos ama gratuitamente, sin fijarse en nuestros méritos. Nosotros no estamos de acuerdo con ese proceder. A pesar de ser imágenes de Dios, “copias” mal logradas, a nuestro comportamiento le falta acogida, comprensión, tolerancia, perdón…

El amor es vida para todos, pero principalmente para los niños. Dicen que la falta de amor acabó en el siglo XIX con más de la mitad de los niños nacidos. La falta de una mano cariñosa, de una mirada, de una palabra tierna, del abrazo materno, debilitaron y llevaron a la muerte a aquellos niños para los que la vida no tenía ningún sentido.

Siempre que se ama al otro, se logra de él que viva seguro, en paz, aceptado y feliz.

Quien ha conocido a Dios, su amor, no puede por menos de amar. A su vez, podemos llegar a conocer a Dios entrenándonos en el deporte del amor. “Yo siempre he creído que el mejor medio de conocer a Dios es amar mucho.” (Vicent Van Gogh).

Ámame más, Señor, para quererte.
Límpiame más y más y podré verte.
Mírame y despeja de mi frente
el calor que sufro que es de muerte

Hazme sentir tu amor y tus desvelos
para que así pueda no dormirme
en laureles y fracasos de otros tiempos.
Ámame más, Señor, para quererte.

sábado, 8 de agosto de 2015

Aprender a amar.


Un hombre que se sentía orgulloso del césped de su jardín se encontró un buen día con que en dicho césped crecía una gran cantidad de “dientes de león” Y aunque trató por todos los medios de librarse de ellos, no pudo impedir que se convirtieran en una auténtica plaga.

Al fin escribió al ministerio de Agricultura, refiriendo todos los intentos que había hecho, y concluía la carta preguntando: “¿Qué puedo hacer?”

Al poco tiempo llegó la respuesta: “Le sugerimos que aprenda a amarlos.”


Anthony de Mello

Auténtica plaga es para la persona no aceptar los acontecimientos, no amar todo aquello que hay en su jardín. Si no se puede acabar con “tantos dientes de león” que existen, es necesario aprender una nueva técnica: la del amor. Aprender a amar no es nada fácil, pues hay que perder, emplear mucho tiempo para escuchar a los otros: plantas, animales, personas.

El vivir en comunidad, es como estar plantado en un jardín. En éste hay toda clase de flores, plantas…Unas florecen más que otras; unas lo hacen en un tiempo, otras más tarde; las hay, sin embargo que no florecen nunca; pero cada una tiene su misión. Los primeros cristianos tenían “un corazón y un alma sola, y ninguno tenía por propia cosa alguna, antes todo lo tenían en común” (Hech. 4.32). Sólo se distinguían de los que no eran cristianos porque habían aprendido a amar y crecían en el amor. De los primeros cristianos decía Diogneto:

“A todos aman y de todos son perseguidos…Son pobres y enriquecen a todos. Carecen de todo y abundan en todo…Los vituperan y ellos bendicen…Se les injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se les castiga como malhechores. Condenados a muerte, se alegran como si les dieran la vida.”

¿Morir?/¿Vivir?/¿Soñar?
¡Qué más da”/El caso es amar.
Mientras el mundo agoniza,/quiero seguir dando más./Mi corazón aún late/ y late hasta enfermar.
La distancia se acorta/y sobran llantos y palabras/ El recuerdo es aliento y vida,/el futuro, es esperanza.
¿Morir?/¿Vivir?/¿Soñar?
¡Qué más da!/El caso es amar

sábado, 1 de agosto de 2015

Yo maté a un hombre.



Cada año el rey liberaba a un prisionero. Cuando cumplió 25 años de monarca, él mismo quiso ir a la prisión. Cada uno de los encarcelados preparó su discurso de defensa.

Majestad, - dijo el primero – yo soy inocente. Un enemigo me acusó falsamente, y por eso estoy en la cárcel.

A mí – añadió otro – me confundieron con un asesino, pero yo jamás he matado a nadie.

El Juez me condenó injustamente, dijo un tercero.

Así todos y cada uno manifestaban a rey por qué razón merecían la gracia de ser liberados.

Había un hombre en un rincón, que no se acercaba, y entonces le preguntó el rey:

Tú ¿Por qué estás aquí?

Porque maté a un hombre, majestad. Soy un asesino.

¿Y por qué lo mataste?

Porque yo estaba muy violento en esos momentos.

Y ¿Por qué te violentaste?

Porque no tengo dominio sobre mi coraje.

Pasó un momento de silencio mientras el rey decidía.

Entonces tomó el cetro y dijo al asesino que acababa de interrogar.

Tú sales de la cárcel.

Pero, majestad – replicó el primer ministro- ¿acaso no parecen más justos cualquiera de los otros?

Precisamente por eso. –respondió el rey – saco a este malvado de la cárcel para que no eche a perder a todos los demás que parecen tan buenos.

El único pecado que no puede ser perdonado es el que no reconocemos. Es necesario confesar que somos pecadores y no tan buenos como muchas veces tratamos de aparentar.


José H. Prado Flores



“Quizá el mayor pecado del mundo de hoy consista en el hecho de que los hombres han empezado a perder el sentido del pecado” (Pío XII). Parece que el pecado está superado, pasado de moda. Son muchas las causas que influyen en esta crisis de pecado, especialmente la secularización y el poner en duda la efectividad de la libertad humana…

No hay buena Nueva allí donde no existe el perdón de los pecados y no puede haber indulto de ninguna clase si la persona no se reconoce pecadora y no lo solicita. “Los hombres (mujeres) que no se consideran pecadores no existen para la Redención, pues su redención consiste ante todo en que reconozcan ser pecadores” (Guardini)

Muchos no reconocen su pecado, se pasan el tiempo averiguando y viendo faltas en los otros; así la culpa será siempre de los demás…¡Es grande la ceguera, el engaño en el que están sumidas estas personas!.

San Juan, en el evangelio, presenta el pecado como el rechazo de la luz. Sin luz no hay conocimiento y se camina a tientas, a oscuras. El que comete el pecado, mata y engaña (Jn 8.44) y construye un reino basado en el odio y la mentira.

Frente al pecado, bien individual, bien colectivo, aparece Jesús, sin pecado, luz en la que no hay tinieblas (Jn 1.15), verdad pura sin mentira (Jn. 1.4). El viene a salvar a los pecadores, a sacarles de la cárcel de la muerte y de la esclavitud, a darles poder para “dejar la camilla” y caminar. Sólo pone una condición: reconocerse pecador.