sábado, 30 de abril de 2016

Yo… perdono.



Durante la guerra de la independencia de los Estados Unidos un hombre fue condenado a muerte por alta traición. Un soldado que se había señalado por sus grandes acciones heroicas se acercó a Jorge Washington para suplicarle que perdonara a aquel hombre que estaba condenado a morir. Washington le contestó de esta manera: Siento mucho no condescender a la súplica que usted me hace por su amigo, pero en esas condiciones no es posible. La traición tiene que ser condenada a muerte. El suplicante repuso: Pero si es que yo no le suplico por un amigo sino por un enemigo. El general reflexionó por unos instantes y luego le dijo: ¿Me dice usted que no es su amigo sino su enemigo? Este le contestó: Sí, es mi enemigo. Me ha injuriado, me ha causado grandes males. Washington le dijo con voz pausada: Esto cambia el cuadro de la situación. ¿Cómo puedo rehusar la súplica de un hombre que tiene la nobleza de implorar el perdón para su enemigo? Y allí mismo le concedió el perdón.

Miguel Limardo



Es alma grande la que ama a todos, pero en especial a los enemigos y está dispuesta a dar la sangre por ellos. “No tenéis derecho a verter la sangre de vuestro enemigo. Podéis verter vuestra sangre hasta la última gota; pero la del enemigo, jamás” (Mahatma Gandhi).

Jesús también nos dejó un mandamiento de no violencia: el de amar como El nos amó (Jn 13.24), hasta el sacrificio, hasta la donación total de sí mismo. Este amor tiene dos exigencias muy especiales: amar a todos y amarlos siempre. “Amen a sus enemigos; hagan el bien a los que les odian; oren por los que les calumnian” (Lc 6.28). “Al que le hiera en una mejilla, ofrézcale también la otra; a quien le quite el manto, no le niegue la túnica” (Lc 6.29).

Dios es amor, y porque es amor, perdona siempre. José Luis Cortés dibujó una viñeta en que un ángel le preguntaba a Dios: “ Y tú, que nunca duermes, que vives desde la eternidad, ¿no te aburres? ¿Qué haces todo el tiempo? A lo que Dios responde: “Yo…perdono”.

El oficio de Dios es amar, perdonar. La tarea de la persona humana es amar, perdonar siempre y a todos, incluso a los enemigos. San Pablo invita a revestirse de la misericordia, mansedumbre, bondad y paciencia de Dios para poder perdonar. Y quien ama, al estilo de Dios – dice – “no busca lo suyo, todo lo espera, todo lo tolera” (1 Cor. 13 4-8).

sábado, 23 de abril de 2016

Los expertos se equivocan.



Un cuento Sufi:

Un hombre a quien se consideraba muerto fue llevado por sus amigos para ser enterrado. Cuando el féretro estaba a punto de ser introducido en la tumba, el hombre revivió inopinadamente y comenzó a golpear la tapa del féretro.

Abrieron el féretro y el hombre se incorporó. “¿Qué estáis haciendo?” dijo a los sorprendidos asistentes. “Estoy vivo. No he muerto”

Sus palabras fueron acogidas con asombrado silencio. Al fin, uno de los deudos acertó a hablar: “Amigo, tanto los médicos como los sacerdotes han certificado que habías muerto. Y ¿cómo van a haberse equivocado los expertos?”

Así pues, volvieron a atornillar la tapa del féretro y lo enterraron debidamente.


Anthony de Mello


Los expertos no dan su brazo a torcer. Son esclavos de sus conocimientos y de su orgullo. Se empeñan en definir, dogmatizar; pero aunque repartan certificados sobre la honra o buen comportamiento, se equivocan fácilmente, pues sólo hablan de memoria, juzgan por apariencias y no saben leer lo que hay en los corazones.

¿Cómo juzgarían los expertos a Manolita Chen, nacida varón pero mujer de inclinación? Ella adoptó una niña subnormal que no podía vivir más de seis meses, pues no quería que muriese sin cariño. Lo mismo hizo una prostituta: recogió a dos niñas que estaban en la calle.

Jesús preguntó a una mujer que era acusada, ¿nadie te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Jesús le dijo: tampoco yo te condeno (Jn 8.11).

No juzgar, no condenar, “porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia” (St. 2.13). “Mi juez es el Señor. Así que no juzguen nada antes de tiempo” (1 Cor. 2.4).

No juzgar antes de tiempo, no condenar por las apariencias, no repartir certificados de defunción, es ser un experto en misericordia, en haber aceptado a Dios como único juez de nuestras vidas.

“Es mejor encender una luz que maldecir la oscuridad”

(Madre Teresa de Calcuta).

sábado, 16 de abril de 2016

El mutismo incomoda.


El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada que no le dirigía la palabra a su marido.

Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo.

Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le preguntó: “¿Se puede saber que demonios estás buscando?”

“¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!” le respondió el abuelo con una maliciosa sonrisa. “¡Tu voz!”

Anthony de Mello



Con las peleas nacen los enojos, los resentimientos, queda herida el alma y rota la comunicación. ¡Cuántas energías y artimañas hay que emplear para restañar las cicatrices y hacer que vuelva la palabra con la fluidez y comunicación que poseía antes! Es en estos momentos, cuando más necesitamos descargar a fondo el peso del agobio. Aumenta la necesidad del diálogo, cuando habiendo intentado abrirnos humildemente, se nos cierran las puertas con un gesto, con una mala palabra, o con un sepulcral silencio. Necesitamos relacionarnos con los otros en un clima abierto, libre, espontáneo y sincero. Cuando respetamos y acogemos a los demás hacemos que se sientan libres y puedan expresarse sin miedo.

Cuando hay confianza nos presentamos tal como somos.

Es necesario velar por reforzar una educación y unos valores positivos, fijándonos más en las cualidades que en los defectos, en lo que une que en lo que separa. Sin comunicación no hay pareja, o puede resquebrajarse por los gritos, insultos, peleas o un prolongado silencio, que hace de dos personas que se comprometieron a amarse, dos extraños que duermen bajo el mismo techo.

Optar por la comunicación es elegir la libertad, la paz, el amor y la vida.

Cuando la doctora Helen Kaplan fue preguntada por tres fórmulas para hallar la solución a los problemas de la pareja humana, la afamada sicoterapeuta respondió que no había reglas mágicas fuera de la triple fórmula de: dialogar, dialogar y dialogar.

sábado, 9 de abril de 2016

¿Felices o contentos?



Un Buen día Dios tomó la forma de un hombre y se vino a la tierra, porque se daba cuenta de que mucha gente no era feliz, y El quería comunicar a todos la felicidad que El mismo tenía de siempre.

Al recorrer la tierra, vio efectivamente que poca gente era feliz, pero se sorprendió al ver que muy poca gente buscaba realmente la felicidad. La mayoría de la gente se dividía en dos grupos: los que estaban “contentos” y los que no estaban “contentos”.

Los que estaban contentos habían logrado satisfacer sus principales deseos. Ganaban buen dinero, vivían con comodidad, se daban los gustos y los vicios que querían. Algunos tenían éxito, influencia o poder…Pero no parecía interesarles ser felices, ni preguntarse seriamente si lo eran, y en qué podría consistir la felicidad.

Los descontentos no habían logrado satisfacer todos sus deseos, y aspiraban continuamente a vivir como la gente que estaba contenta. Pero tampoco buscaban la felicidad, sino estar contentos…Y unos y otros eran sordos al mensaje de la felicidad.

Y Dios se dio cuenta entonces que mientras sus hijos los hombres procuraran sólo su “contentamiento” no podrían llegar a la verdadera felicidad. Y entonces se dedicó a predicarles a los contentos y a los descontentos sobre la felicidad y la verdadera bienaventuranza, procurando interesarlos en ello y sacarlos de la ceguera de sus contentamientos.

“Y mucha gente lo escuchó, alcanzaron la felicidad, y le dieron menos importancia a estar o no “contentos”.

Segundo Galilea



¿Existe la felicidad? ¿Conoce a alguien completamente feliz? Muchos no creen en la felicidad. “La dicha no es más que un sueño, lo único que existe de real es el dolor” (Voltaire) Más pesimista aún es la copla popular española:

Mi padre murió de tifus,
mi madre, de la gangrena,
y un hermano que tenía,
se murió de pulmonía
el día de Nochebuena..”

Lo cierto es que la gente busca la felicidad. Quiere vivir feliz, aunque no acierte con el camino. “La felicidad está compuesta de tantas piezas, que siempre falta alguna” (Bossuet). Quizá la pieza más importante sea la aceptación de uno mismo, de los demás y de Dios. La felicidad no depende de pasajeros contentamientos y placeres, no está unida a la forma o envoltura de los regalos, sino al regalo mismo. Está muy dentro de cada persona.

La felicidad nace de poseer a Dios, Dios es la fuente de la felicidad. Todos los que se encuentran con El a través de Jesucristo, sienten esa alegría: María, Zaqueo, Nicodemo, La Samaritana…El quiere que se viva en su gozo, gozo completo, total (Jn 15.11). El es la alegría del corazón y nadie será capaz de arrebatarla (Jn 16.22).

“Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en gracia…dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino” (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 1.8).

sábado, 2 de abril de 2016

Los disfraces del Mesías.

Recordé aquella historia de un monasterio en el que la piedad había decaído. Nadie quería ni estimaba a nadie, Un día el padre prior fue a visitar a un abad con fama de santo, quien, después de oírle y reflexionar, le dijo: “La causa, hermano es muy clara. En vuestro monasterio habéis cometido todos un gran pecado: Resulta que entre vosotros vive el Mesías camuflado, disfrazado, y ninguno de vosotros se ha dado cuenta” El buen prior regresó preocupadísimo porque no podía dudar de la sabiduría de aquel santo abad, pero no lograba imaginarse quién de entre sus compañeros podría ser ese Mesías disfrazado ¿Acaso el maestro de coro? Imposible. Era bueno, pero vanidoso. ¿Sería el maestro de los novicios? No, no. Era también un buen monje, pero era duro, irascible. ¿Y el hermano portero? ¿Y el cocinero? Repasó, uno por uno, la lista de sus monjes y a todos les encontraba llenos de defectos. Claro que- se dijo- si el Mesías estaba disfrazado, podía estar disfrazado detrás de algunos defectos aparentes, pero ser el Mesías. Al llegar a su convento, comunicó a sus monjes el diagnóstico del santo abad y todos sus compañeros se pusieron a pensar quién de ellos podía ser el Mesías disfrazado y todos, más o menos, llegaron a las mismas conclusiones que su prior. Pero, por si acaso, comenzaron a tratar todos mejor a sus compañeros, no sea que fueran a ofender al Mesías. Y, poco a poco, el convento fue llenándose de amor, porque cada uno trataba a su vecino como si su vecino fuese Dios mismo. Y todos empezaron a ser verdaderamente felices amando y sintiéndose amados.


José L. Martín Descalzo


El Mesías se encarnó disfrazado en los defectos de los mortales. Todos los que son conscientes de esta verdad, le reconocen y llegan a amarle en los defectos y virtudes de los mortales que viven a su lado.

Para llevarse bien con la gente, no hay más que ver en ella el rostro de Cristo y tratar de agradarle. ¿Cómo ofender a Cristo? Para que las relaciones perduren y no se deterioren, es preciso ser afables los unos con los otros “y mostrarles prefecta mansedumbre” (Tit.3.3), sintiendo por ellos un gran respeto. La amabilidad sirve para estar a bien con los amigos y para derrotar al enemigo más empedernido.

Después del invierno viene la primavera. Aunque haya dificultades, el amor hará florecer las flores y hasta los corazones más duros. No podemos vivir en esta tierra sin amor; no podemos pensar en un mundo donde el cariño y el afecto estén ausentes.

¿Por qué no creer más en el amor a Dios y al prójimo? Dice Santa Teresa: “Sólo estas dos cosas nos pide el Señor: amor de su Majestad y del prójimo; es en lo que debemos trabajar, guardándolas con perfección, haremos su voluntad y así estaremos unidos a El” (Moradas quintas 3.7).

Cuando en todos tratemos de encontrar al Mesías disfrazado y tratemos de agradarle, nos sucederá lo mismo que a los monjes: comenzaremos a ser verdaderamente felices amando y sintiéndonos amados.


Suelo gris
tierra agrietada,
cenizas en la noche,/se muere el alma.


Suelo gris,
llanto en caravana,
hojas secas,/muerte anunciada.


Suelo azul,
noche de estrellas,
suerte en el rancho,/paz en la tierra


Suelo verde,
cielo azul,
pesares olvidados,/nace Jesús.