SANTA TERESA DE JESÚS DOCTORA
En la basílica de San Pedro en Roma, luce una estatua de Teresa de Jesús con una inscripción debajo que reza: “Maestra de los espirituales”. En la mano derecha sostiene una pluma, en la izquierda un libro y su mirada se pierde vuelta hacia lo alto como el que espera la inspiración del cielo.
Santa Teresa de Jesús, es, sin duda, una de las grandes mujeres de la historia. “Ocupa un lugar importante en la literatura española por la gracia y facilidad de su escritura y por su enorme capacidad para expresar en un lenguaje sencillo y cotidiano, profundas y complejas experiencias espirituales. Pero además son muchos los que ven en ella, una pionera de los movimientos de emancipación de la mujer por su original forma de vivir la condición femenina” (Juan Martín Velasco).
Teresa es buscadora y andariega, orante y comprometida, amada y amante. Su vida deslumbra y entusiasma, por ser una mujer fuerte, por ser una castellana recia, por ser una andariega incansable y por ser una apasionada de Dios. Un día descubrió que Jesús era toda de ella y ella se decidió a ser toda de Jesús
Cuando Teresa de Jesús toma la pluma, empieza por escribir “lo que sabe”, que no es otra cosa que la vida que ha vivido hasta ese momento cumplidos los 48 años. Teresa escribe, como ella misma asegura, para engolosinar y consolar a los que llevan vida de oración, para aleccionar a sus hijas, las carmelitas, para edificar a las almas y para cumplir obediente, el mandato de sus confesores. Como decía Pemán: "su escribir es parte de su hacer".
Se han hecho referencia clásica las palabras de Pablo VI en la Evangeli Nuntiandi “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, y si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio” (EN 41). En este sentido, Teresa es maestra de oración por ser testigo del trato íntimo con Jesús.
Santa Teresa había saboreado a Dios. (Niño y dedo). Es doctora de la Iglesia, y más que en dogmas y en teorías, lo es en la praxis. Su testimonio vivido nos entusiasma, nos hace crecer en el anhelo de Dios y, en definitiva, nos pone a orar y amar. “Este mensaje llega a nosotros, hijos de nuestro tiempo, mientras no sólo se va perdiendo la costumbre del coloquio con Dios, sino también el sentido y la necesidad de adorarlo y de invocarlo… Llega ahora a nosotros el sublime y sencillo mensaje de la oración de la sabia Teresa, que nos exhorta a comprender «el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad…, que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida, 8, 4-5).