¿Por qué Jesús hablaba en parábolas?
¿Por qué usó este lenguaje para revelar a la gente el misterio del Padre? ¿Por
qué nosotros, cuando hablamos de Dios y de la vida, no usamos las parábolas con tanta frecuencia?
Las parábolas son muy
características de Jesús, las usa como pequeñas historias, imágenes concretas y
comparaciones tomadas de la naturaleza y de la vida con la finalidad de
transmitir una enseñanza. A través de ellas habla del Reino de Dios, de las
distintas situaciones de la vida, del crecimiento…Parece como si fueran sal y
luz para entender un poco más al Padre de todos, que se hace niño hasta en su
palabra.
“No despreciéis los cuentos, dice
Anthony de Mello. Cuando se ha perdido una moneda de oro, se encuentra con la
ayuda de una minúscula vela; y la verdad más profunda se encuentra con la ayuda
de un breve y sencillo cuento”.
Efectivamente, un breve y sencillo
cuento, una parábola, no sólo fascina a los pequeños, sino que entusiasma a los
mayores. Quien tiene la habilidad de sazonar el contenido más profundo con una
historieta oportuna y a su debido tiempo, no sólo se ganará al público, sino
que logrará que la enseñanza llegue más clara y con más garra. Así lo conseguía
el Amigo de todos: Jesús.
Cuando acudimos a un restaurante, lo
más importante es, sin duda, la calidad de los alimentos. No obstante, a la
hora de la verdad valoramos una serie de aspectos secundarios, pero que
influyen decisivamente en la satisfacción que nos produce aquella comida, como
la decoración del lugar, la habilidad del cocinero, la presentación de los
platos, la amabilidad de los camareros, etc.
Cuando escuchamos una charla u
homilía, lo más importante es sin duda el contenido doctrinal. Pero con
frecuencia los oyentes quedan más impresionados por aquella imagen, aquel
ejemplo tomado de la vida real, que es como la guinda que pone el cocinero en
la comida, y que, en definitiva, dará como resultado que aquella doctrina se
pueda retener fácilmente en la memoria y pase a convertirse en vida.
Un día que escuchaba una charla de
alta espiritualidad, me senté junto a un niño inquieto y juguetón. No parecía
estar este chaval muy interesado en el tema que se trataba. Al final de la
charla le pregunté en voz baja qué era lo que más le había gustado. Los
cuentecitos, fue su respuesta.
Aquel día me di más cuenta de la
importancia que tiene el usar de todos los medios que tenemos a nuestro alcance
para que la semilla que lanzamos germine. Eso me animó a seleccionar parábolas,
cuentos, leyendas fábulas…En este libro aparecen cien de ellas, tomadas de
diferentes autores, especialmente contemporáneos.
¿Por qué el título de parábolas de
luz y vida?
Todas las parábolas y sus
comentarios nos hablan de luz y de vida desde algún punto de vista. La luz nos
viene de Dios y con ella podemos iniciar el camino de conversión que nos lleva
a la libertad y a amar la vida.
La luz nos apasiona. Sin ella
andamos a tientas y a oscuras. Nuestros ojos, bañados de la luz de Dios, nos
ayudan a ver profundamente las diversas maneras por las que habla el Creador
con su voz potente, magnífica e irresistible a través de la capacidad de amor
que hay en cada ser humano.
Son muchos los que han prendido su
luz en el cirio de la Pascua y cada día se comprometen y dan alguna gota de su
sangre por una causa noble y justa. En cada parábola lo pondré de manifiesto a
base de palabras de la Sagrada Escritura, de los santos carmelitas y maestros
universales de espiritualidad, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, de los santos
de todos los tiempos y de otros autores espirituales que con sus plumas o sus
vidas han servido de guías a tantas personas para enderezar sus caminos.
La vida es la otra palabra que
califica a estas parábolas. Dudé en poner la palabra amor, pero creo que quien
ama de verdad, tiene vida y comunica vida. He preferido el término “vida”,
porque quiero que estas reflexiones ayuden a vivir más plenamente, sin frenos
ni cadenas, a tanta gente que a fuerza de amor y sacrificio, tratan de cambiar
una triste realidad de hambre, odios y enfermedades por otra más humana y más
cristiana.
La vida es muy difícil. Así lo
afirmaba Pablo VI en su testamento con tres palabras contundentes: “La vida es
dolorosa, dramática, magnífica”. Tres calificativos esclarecedores que
presentan a la vida como una lucha que merece la pena sostener.
No debemos esconder la luz que nos
llega, ni quedarnos de brazos cruzados, amarrados en preguntas inútiles y sin
sentido. Sólo pueden salvar a nuestro mundo personas que amen y defiendan todo
lo que huele a vida, luchando sin tregua, con paciencia y perseverancia. El
miedo al futuro, los fracasos del pasado, el envejecimiento de nuestros sueños,
pueden ir secando nuestro corazón y amortiguando o matando las ganas de vivir y
de luchar. “La libertad como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla
todos los días” (Goethe).
Para rejuvenecer los ánimos y poder seguir adelante
en la lucha de cada día necesitamos tres actitudes importantes:
No dar entrada en nuestra mente a la
duda ni a las sombras.
No escuchar a los profetas de
desventuras.
Hacer todo lo que esté a nuestro
alcance.
Par poner en práctica estas tres
consignas, nos pueden ayudar un proverbio chino, unas palabras de Juan XXIII y
otras de Santa Teresa de Jesús.
En primer lugar, no debemos admitir
en nuestra mente ningún tipo de pensamientos negativos, ni nada que perturbe
nuestra alegría.
“Tú no puedes impedir a los pájaros
de la melancolía que vuelen sobre tu cabeza, pero sí que hagan sus nidos en tus
cabellos, porque poco a poco irán carcomiendo tus ideales y minarán la
vitalidad de tu corazón, apagando la luz de tus ojos y tu vida” (Proverbio
chino).
Tampoco se adelante mucho
profetizando desventuras y calamidades o resaltando las cosas negativas de la
vida.
“Nos parece necesario expresar
nuestro completo desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian
incesantemente catástrofes, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de
cada esquina” (Juan XXIII).
Lo único que resuelve son las obras.
“Obras quiere el Señor” decía Santa Teresa, y fiel a esta consigna hizo todo lo
que estaba a su alcance para bien de la Iglesia de su tiempo y del mundo
entero. Se reunió con un grupo de mujeres llenas de fe y confianza en Dios y se
dedicó con ellas a vivir en plenitud el amor, convencida que estaba a su
alcance como si la solución de todos los males dependiera de ella. De ahí el
valor de sus palabras:
“No haya ningún
cobarde.
Aventuremos la
vida,
pues no hay quien
mejor la guarde
que quien la da por
perdida”
(Santa Teresa de
Jesús)
De cada parábola que presentamos, se
pueden sacar muchas lecciones. Ojalá se transformen en pequeños rayos de luz
que nos ayuden a abrir nuestros ojos a la verdad, nos capaciten para entender a
nuestros prójimos y nos dispongan a amarles con un amor sincero, desprendido y
generoso. Si además contribuyen a que descubramos el verdadero rostro amoroso
de Dios y a entusiasmarnos con la vida, estas parábolas habrían cumplido
plenamente su finalidad.
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