Un lobo flaco
encontró a un perro gordo y bien cuidado.
Dime – le interrogó
-, ¿en qué consiste que siendo yo más fuerte que tú, no encuentro
qué comer y casi me muero de hambre?
Consiste – contestó
el perro – en que sirvo a un amo que me cuida mucho, me da pan sin
pedírselo, y no tengo más obligación que custodiar la casa.
Mucha felicidad es
ésta.
Pues mira – replicó
el perro -, si tú quieres puedes disfrutar del mismo destino,
viniendo a servir a mi amo.
Convengo en ello –
dijo el lobo -, porque más cuenta me tiene vivir bajo techado y
hartarme de comida que no andar por las selvas. Pero oye, reparo en
que llevas pelado el cuello, ¿a causa de qué?
No es nada – repuso
el perro -, sólo para que no salga de casa en el día, me atan con
una cadena; para que de noche esté velando.
Bien – dijo el lobo
-; pero si quieres salir de casa ¿te dan licencia?
Eso no, respondió el
perro.
Pues si no eres libre
– replicó el lobo -, disfruta enhorabuena de esos bienes, que yo
no los quiero, si para disfrutarlos he de sacrificar mi libertad.
El pobre feliz es más
feliz que el rico esclavo, porque la libertad es tan estimable como
la vida, y vale más que todas las riquezas del mundo.
Esopo
La libertad vale más
que todas las riquezas del mundo. “No hay oro suficiente para
comprar la libertad.” (Esopo). Dios quiere que seamos
libres, como sus hijos, que salgamos de la esclavitud; pero al mismo
tiempo sentimos la llamada de lo fácil, sentimos la tentación de
buscar la comodidad y vivir en la seguridad para justificar las
esclavitudes.
El ser humano no nace
libre. Poco a poco va luchando para tratar de conquistar día a día
el dominio sobre sí mismo y sobre las cosas exteriores a base de
avances y estancamientos.
El camino de la libertad
abarca ser “libre de” y “libre para”.
Ser “libre de”
los condicionamientos internos: egocentrismo, agresividad, deseo
incontrolado de posesión o dominio, etc…y de los condicionamientos
externos: dependencia familiar, ambiente, sumisión a la norma,
cultura…
Ser “libre para”
poder realizar un proyecto concreto, poder transformar la realidad,
poder servir y amar, renunciando a cualquier clase de ambiciones.
“Sin libertad, la vida
no vale la pena de ser vivida” (Marañón) y mucho menos
cuando te condenan a vivir encadenado, aunque sea con una cadena de
oro.
Necesito, Señor el sol
Necesito el fuego
y el aire
Quiero vivir en la
sierra.
Me asfixio y me ahogo en
el valle.
Tengo necesidad de Ti.
Quiero ser libre y
no vivir en cárceles.
Pero si algún día,
Señor,
me acostumbro a ser
un don nadie,
no permitas que hable
de vida.
Déjame morir
en la cárcel
No hay comentarios:
Publicar un comentario