Un rajá de la India al morir apretaba tan fuertemente una
preciosa perla entre su puño, que fue necesario violentar sus dedos
para poder arrancársela.
Hemos de recordar también que durante el sitio de la
Constantinopla por los otomanos el emperador se arrodilló ante los
ricos de la ciudad implorando de ellos su ayuda para hacer
resistencia al enemigo.
Los ricos se mofaron de él. Luego, al escuchar el rugir del
cañón en las puertas de la ciudad sitiada, se apresuraron a
ofrecerle todo cuanto él quisiera.
Pero el emperador rechazó la ayuda que ellos ofrecían y les
dijo: “Morid con vuestros tesoros ya que no podéis vivir sin
ellos”.
Miguel Limardo
Aprender a vivir es toda una ciencia. No todos logran escoger un
tesoro verdadero que les permita satisfacer plenamente el corazón.
Para que éste quede libre, tiene que ser señor de todos los bienes.
Cuando los bienes son señores, entonces el corazón se convierte en
esclavo de lo que posee. En vez de poseer, será poseído. Por eso
hay personas que, viven con la única aspiración de amontonar y
poseer bienes como si nunca fueran a morirse.
Dios nos ha creado para que seamos libres, si ponemos nuestro
corazón en Él. Cualquier persona que le escoge como “tesoro” y
le ama, “no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer
de veras a Dios” (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual 6.4).
Nuestra humanidad sacrifica y canjea la libertad de tener a Dios por
otros caprichos que impone la moda. En nuestro hoy, por desgracia, no
se estila creer en el que tiene que ser el único Señor de nuestras
vidas. El mundo quiere que pensemos y sintamos todos según sus
principios, que llevemos la misma albarda: “si se estila llevar
albarda, póntela y calla”.
Es curioso constatar cómo se cumple lo que afirma Von Baltasar; “A
medida que progresa la organización técnica del mundo…el
conformismo se convierte en regla universal, tanto para los
cristianos como para los demás. Y, así, vemos como va
desapareciendo, a un ritmo acelerado, la raza de los espíritus
libres…”
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