En
África es conocida esta fábula. Cuéntase que un día, un elefante
con su larga trompa, y un tordo en su lindo plumaje, discutían cual
de los dos podía escucharse más lejos en la selva. El elefante
produjo un ruido estrepitoso que repercutió en lo más profundo.
Mientras tanto, el tordo saltaba y gorjeaba de rama en rama.
Acordaron, pues, competir. Establecieron los términos y fijaron la
fecha. Mientras que el elefante descansaba confiado de su victoria,
el tordo se fue por la selva, suplicó a las aves de su misma
especie, que en la mañana de ese día, tan pronto escucharan su
canto, lo repitieran una y otra vez, como en una cadena. Todos
prometieron hacerlo. Llegada la hora, el elefante levantó su
poderosa trompa, lanzó un gemido que estremeció toda la tierra,
los árboles se sacudieron y el eco retumbó bien lejos. Tan pronto
terminó el elefante, el tordo se paró en una rama, llenó su
minúsculo pecho y empezó a cantar. En todos los lugares y en todas
las direcciones empezó a escucharse su canto, que se transmitía,
como en cadena, por los demás tordos. De manera que cuando los
jueces fueron a dictaminar quién había resultado vencedor,
encontraron que no el eco sino la misma voz del tordo se había
dejado oir más allá que la del elefante.
Miguel
Limardo
Hemos
nacido para caminar unidos, formando una sola familia. La unión hace
la fuerza y gracias a ella los pequeños pueden hacer llegar su voz
más lejos que los grandes.
¿Por
qué se juntan, se asocian y conviven las personas? Uno de los
principales grupos humanos es la familia. Unidos por la misma sangre
forman un hogar donde el fundamento es el amor y la ayuda entre
todos.
Se
reúnen, también, los diferentes círculos de amigos, de
científicos, de gente con los más diversos intereses.
A
los cristianos les une la fe en Jesús, que es el camino por el que
se ha de llegar al Padre. En este nuevo grupo sólo hay un dogma:
Dios es el Padre de todos y, por consiguiente, todos los que creen en
El forman una comunidad de verdaderos hermanos, donde no hay
diferencias de clases ni de colores.
Las
características de esta fraternidad cristiana son:
Personas:
convertidas al Señor, con una fe viva en Jesús, con un corazón
nuevo para formar un orden nuevo.
Llenos
del Espíritu:
sólo el Espíritu congrega, forma, da vida y crecimiento a la
comunidad.
Se
sienten responsables y se edifican los unos a los otros,
compartiendo:
poniendo al servicio de los demás todo lo que son y lo que tienen,
ya que son un solo corazón.
Caminar
en comunidad no es fácil, pues existe la tentación de querer
caminar en solitario. Caminar en grupo, en comunidad cristiana, exige
escuchar la voz del maestro y estar unido a El (Jn.15),
para que su voz pueda ser escuchada no sólo en la selva, sino en
todos los confines del mundo.
Los
primeros cristianos “perseveraban en oir la enseñanza de los
apóstoles, y en la unión, en la fracción del pan, y en las
oraciones…
Todos
los que creían vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común…
Partían
el pan en las casas y tomaban su alimento con alegría y sencillez de
corazón…(Hech.
2.42-47).
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