Principito es como la flor. Si amas a una
flor es agradable mirar el cielo por las noches. Todas las estrellas estarán
florecidas. Es como el agua. Por las noches tú mirarás las estrellas. Y yo
estaré en una de ellas y tú no sabrás en cual, por eso te gustará mirar a
todas. Y yo reiré para ti.
Serás como el
agua; ese será mi regalo, porque tú
tendrás deseos de reír conmigo, siempre seremos amigos.
Y cuando alguien te vea riéndote cara a las
estrellas, creerán que estás loco. Pero los niños entenderán. Y yo también las
miraré, serán como fuentes que nos den de beber, será muy agradable.
Pero ahora déjame
ir…Mi rosa… ¿Sabes? Soy responsable de mi flor (El Principito).
“Si amas una flor
es agradable mirar al cielo por las noches”. Si se ama la naturaleza, el agua,
la arena, el mar, el sol, la luna, las estrellas, todo nos hablará de Dios y de
las personas que amamos.
La naturaleza es
bella en sí misma, el agua cristalina, el trino de cualquier ave, la flor del
monte, el desierto, todo absolutamente todo es bello cuando hay unos ojos
humanos capaces de descubrir la hermosura. La tierra es nuestra madre y debemos
amarla y respetarla como a un ser querido, tratarla con la misma dulzura de
alguien que estimamos.
Hay que educar a los niños en este amor a todo
lo creado. Esta era la obsesión de B. Powell. “Si fuera rey de Francia no
permitiría a ningún niño de menos de doce años-cita a Alejandro Dumas- entrar
en la ciudad. Comprenderían tanto los ruídos como los silencios de la noche, tendrían
la mejor de las religiones, la que Dios mismo revela en el espectáculo mágico
de sus milagros diarios”.
Hay que enseñar al niño de la ciudad, que por
encima del techo del cine, brillan las estrellas. ¿Cómo comprender las
maravillas de la naturaleza y su mensaje?
Muy sencillo. “Abandonando la ciudad y
saliendo al campo, a los bosques, aspirando el perfume de las flores,
escuchando la música de los arroyos y de los pájaros y la brisa,
familiarizándose con los animales y sus costumbres, hasta sentirse un camarada
de ellos” (B.Powell).
Necesitamos ojos
puros, serenos, oídos limpios, atentos, para poder descubrir la belleza de la
naturaleza y adorar a su Creador. Los santos descubrieron la huella de Dios en
los “bosques y espesuras plantadas por la mano del Amado”. Así cantó San Juan
de la Cruz:
“Mil gracias
derramando,
pasó por estos
sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura”https://www.youtube.com/watch?v=4Ar5JQebtW4
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