Un sabio japonés, conocido por la sabiduría
de sus doctrinas, recibió la visita de un profesor universitario que había ido
a verlo para preguntarle sobre su pensamiento.
El sabio sirvió el té, llenó la taza de su
huésped y después continuó echando, con expresión serena y sonriente.
El profesor miró desbordarse el té, tan
estupefacto, que no lograba explicarse una distracción tan contraria a las normas
de la buena crianza; pero, a un cierto punto, no pudo contenerse más.
“¡Está llena! ¡Ya no cabe más!”
“Como esta taza,
dijo el sabio imperturbable, tú estás lleno de tu cultura, de tus opiniones y
conjeturas eruditas y complejas. ¿Cómo puedo hablarte de mí doctrina, que sólo
es comprensible a los ánimos sencillos y abiertos, si antes no vacías la taza?”
(Cuento japonés).
“¡Está llena! ¡Ya no cabe más!”
Como la taza, así estaba lleno el sabio de
cultura, opiniones…La doctrina sólo es comprensible a los que se vacían, a los
abiertos de corazón.
Solamente los
sencillos, los vacíos de todo y abiertos al Todo pueden comprender a Dios, y
aceptarlo como su tesoro. Para que Dios pueda penetrar en la mente y el corazón
del ser humano, necesita éste tres actitudes fundamentales: humildad de
corazón, escucharlo y dejar que Él actúe.
La humildad de
corazón es una actitud indispensable para que Dios pueda entrar en el corazón
humano. “Dios resiste a los soberbios, y a los humildes, en cambio, les da su
gracia” (St, 4,6). La persona que abre su ser al Señor, lo reconoce como único
dueño y dador de vida, fuente de todo lo bueno, santo y perfecto. Es el Dios
que obra conforme a su beneplácito (Fl 2,13).
Dios es el Dios de
los humildes. Sólo los humildes pueden llegar hasta Él en actitud de escucha.
“Escuche quien quiera escuchar” (Ex 3,27). “Quien tenga oídos entienda” (Mt
13,9).
Dios nos habla de
mil modos y maneras, pero nos habla, sobre todo, y una vez por todas, en
Cristo. “Este es mi Hijo predilecto, en el cual me complazco. Escúchenlo” (Mt
17,5). Escuchar es estar bien alerta, atentos y despiertos.
Dejar ser a Dios, dejarle actuar. Cada
cristiano debe dejar que Dios se manifieste libremente, que Él sea lo que es:
Luz, Fuerza, Salvación…Dios es el primero que toma la iniciativa en la historia
de la salvación y Él es el que la realiza. Él es el principal agente y el
principal amante. Dios se entrega del todo y quisiera que el ser humano dejase
paso a su obra, que colaborara con Él. El papel de la criatura es dejar paso al
Creador.
La Virgen María representa el modelo perfecto
de la persona abierta siempre a Dios, dispuesta a que Él haga su voluntad. Ella
es la oyente de la Palabra. Está siempre pronta a la escucha y atenta al
mensaje que se le da. “Hágase en mí según su palabra” (Lc 1,38), es su
respuesta. Y la Palabra se hizo carne en sus entrañas. María acogió a Dios y le
dejó que Él actuara, que fuera Él mismo.
Cristo está a la puerta de cada corazón
humano y llama (Ap 3,20) para que se le abra y Él pueda actuar como salvador.
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