Un
Buen día Dios tomó la forma de un hombre y se vino a la tierra,
porque se daba cuenta de que mucha gente no era feliz, y El quería
comunicar a todos la felicidad que El mismo tenía de siempre.
Al
recorrer la tierra, vio efectivamente que poca gente era feliz, pero
se sorprendió al ver que muy poca gente buscaba realmente la
felicidad. La mayoría de la gente se dividía en dos grupos: los que
estaban “contentos” y los que no estaban “contentos”.
Los
que estaban contentos habían logrado satisfacer sus principales
deseos. Ganaban buen dinero, vivían con comodidad, se daban los
gustos y los vicios que querían. Algunos tenían éxito, influencia
o poder…Pero no parecía interesarles ser felices, ni preguntarse
seriamente si lo eran, y en qué podría consistir la felicidad.
Los
descontentos no habían logrado satisfacer todos sus deseos, y
aspiraban continuamente a vivir como la gente que estaba contenta.
Pero tampoco buscaban la felicidad, sino estar contentos…Y unos y
otros eran sordos al mensaje de la felicidad.
Y
Dios se dio cuenta entonces que mientras sus hijos los hombres
procuraran sólo su “contentamiento” no podrían llegar a la
verdadera felicidad. Y entonces se dedicó a predicarles a los
contentos y a los descontentos sobre la felicidad y la verdadera
bienaventuranza, procurando interesarlos en ello y sacarlos de la
ceguera de sus contentamientos.
“Y
mucha gente lo escuchó, alcanzaron la felicidad, y le dieron menos
importancia a estar o no “contentos”.
Segundo
Galilea
¿Existe
la felicidad? ¿Conoce a alguien completamente feliz? Muchos no creen
en la felicidad. “La dicha no es más que un sueño, lo único que
existe de real es el dolor” (Voltaire)
Más pesimista aún es la copla popular española:
“Mi
padre murió de tifus,
mi
madre, de la gangrena,
y
un hermano que tenía,
se
murió de pulmonía
el
día de Nochebuena..”
Lo
cierto es que la gente busca la felicidad. Quiere vivir feliz, aunque
no acierte con el camino. “La felicidad está compuesta de tantas
piezas, que siempre falta alguna” (Bossuet).
Quizá la pieza más importante sea la aceptación de uno mismo, de
los demás y de Dios. La felicidad no depende de pasajeros
contentamientos y placeres, no está unida a la forma o envoltura de
los regalos, sino al regalo mismo. Está muy dentro de cada persona.
La
felicidad nace de poseer a Dios, Dios es la fuente de la felicidad.
Todos los que se encuentran con El a través de Jesucristo, sienten
esa alegría: María, Zaqueo, Nicodemo, La Samaritana…El quiere que
se viva en su gozo, gozo completo, total (Jn
15.11).
El es la alegría del corazón y nadie será capaz de arrebatarla (Jn
16.22).
“Grande
contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma,
aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en
gracia…dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu
satisfacción, tu hartura y tu reino” (San
Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 1.8).
No hay comentarios:
Publicar un comentario