Días tras día, el discípulo hacía la misma
pregunta: ¿Cómo puedo encontrar a Dios?
Y día tras día recibía la misma y misteriosa
respuesta: A través del deseo.
Pero ¿acaso no deseo yo a Dios con todo mi
corazón? Entonces, ¿por qué no lo he encontrado?
Un día, mientras se hallaba bañándose en el
río en compañía de su discípulo, el Maestro le sumergió bajo el agua,
sujetándole por la cabeza y así le mantuvo un buen rato mientras el pobre
hombre luchaba desesperadamente por soltarse.
Al día siguiente fue el Maestro quien inició
la conversación: ¿Por qué ayer luchabas tanto cuando te tenía yo sujeto bajo el
agua?
Porque quería respirar.
El día que alcances la gracia de anhelar a
Dios como ayer anhelabas el aire, ese día le habrás encontrado.
Anthony de Mello
Día tras día mucha gente se
hace la misma pregunta: ¿Cómo puedo encontrar a Dios? La respuesta es clara:
buscándolo. Pero, ¿cómo y por qué buscar? Preguntamos, y a medida que nos van
respondiendo, hacemos nuevas preguntas. Surgen por curiosidad y por deseo de
encontrar la verdad; pero también se hacen por falta “de deseo”, o por
motivación. Cuando estamos bien motivados, no preguntamos, sino que actuamos.
El que se está ahogando no filosofa a ver de qué está compuesto el agua, por
dónde le entra, y qué cantidad. No. La necesidad le lleva a ponerse en
movimiento, a actuar.
San Juan de la Cruz fue un
buscador infatigable de Dios, porque antes había sentido la necesidad, había
sido “llagado” profundamente con este deseo. El nos habla de cómo ha de ser la
búsqueda: apasionada y de total entrega.
El amor que siente la persona
es tan grande, con tanta vehemencia, ansias y fuerza que, como “la leona y osa
(que) va a buscar a sus cachorros cuando se los han quitado y no los halla (2 Re.17.8; Os 13.8), así anda
esta herida alma a buscar a su Dios” (Noche
Oscura, Lib. 2. Cáp.13 nº 8). Tras de Dios va el alma, sin descansar,
sin cesar, en todas las cosas busca al Amado, en todo cuanto piensa y habla,
todo su cuidado es el Amado (Noche
Oscura, Lib.1, Cáp. 19. nº 2). En esta búsqueda va el alma adquiriendo:
humildad, ánimo, fuerzas, constancia, capacidad de sufrimiento; sin desfallecer
corre y “vuela ligero”, como un ciervo sediento y alado.
Ha de buscar el alma a Dios
con toda la fuerza, con todo el deseo, con todo el tesón de que es capaz,
porque “si le buscare el alma (a Dios) como el dinero, le hallará (Cántico Espiritual, 11.1).
Mary Pickfor escribió un libro titulado: ¿Por qué no probar con Dios? La prueba no
resultará. Será una experiencia más cuando le falte un verdadero deseo de
búsqueda que ha de ir acompañado de una fe viva, de una esperanza firme y de un
“inflamado” amor.
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