Hay una vieja leyenda eslava que cuenta la
historia de un monje, Demetrio, que un día recibió una orden tajante: debería
encontrarse con Dios al otro lado de la montaña en la que vivía, antes de que
se pusiera el sol.
El monje se puso en marcha, montaña arriba,
precipitadamente.
Pero a mitad de camino, se encontró a un
herido que pedía socorro. Y el monje, casi sin detenerse, le explicó que no
podía parase, que Dios le esperaba al otro lado de la cima, antes de que
atardeciese. Le prometió que volvería en cuanto atendiese a Dios. Y continuó su
precipitada marcha.
Horas más arde, cuando aún el sol brillaba
en todo lo alto, Demetrio llegó a la cima de la montaña y desde allí sus ojos
se pusieron a buscar a Dios.
Pero Dios no estaba. Dios se había ido a
ayudar al herido que horas antes él se cruzó por la carretera.
Hay, incluso, quien dice que Dios era el
mismo herido que le pidió ayuda
Siempre hay alguna montaña que
nos separa del Dios que queremos encontrar, pero lo más raro es que, cuando
llegamos donde creemos que nos esperaba Dios, resulta que El aguarda a la vera
del camino, en la persona herida, enferma, necesitada. No le reconocimos,
porque estaba escondido, disfrazado. Y este Dios necesitaba el calor humano, un
pedazo de cielo, un poco de ternura y de luz. Ante los gritos de angustia del
que se encuentra destrozado, Dios encuentra rechazo y desprecios. ¡Es muy
difícil reconocerle!
En cada persona que nos rodea
hay un Dios escondido e ignorado, que espera a que le descubramos para
revelarse tal como es El. Sólo le podremos encontrar a través de los ojos de la
fe y es entonces cuando se caminará en la verdad, en el amor, en el “reino de
la luz” (Jn.2.10) y de la
vida.” (Jn 3,14).
“¡Ay de aquellos
que sólo ven en el pobre una mano mendiga,
y no una dignidad indestructible que busca justicia:
que sólo ven en los numerosos niños marginados una plaga,
y no una esperanza para todos que hay que cultivar;
que sólo escuchan en los gritos de los pobres caos y peligros,
y no oyen la protesta de Dios contra los fuertes;
que sólo contemplan lo bello, sano y poderoso,
y no esperan salvación de lo más bajo y humillado…
porque no podrán contemplar la salvación
que brota en el Jesús encarnado desde abajo!”
(B.Gz.Buelta).
No hay comentarios:
Publicar un comentario