Decía
un cangrejo a su hijo que observaba que andaba con las piernas
torcidas, defecto de que deseaba corregirse.
Madre
mía, respondía el hijo, yo no hago sino lo que veo que hacéis vos.
Si andáis de la misma manera ¿cómo queréis que yo me corrija? Vos
debíais haberos corregido primero.
Antes
de reprender a otros, debemos procurar corregirnos nosotros mismos.
Esopo
Los
niños son fruto del ambiente que respiran. Hacen lo que ven. La
educación comienza antes de nacer y dura toda la vida, pero es en
los primeros seis años es cuando asimilan casi la mayoría de las
cosas. Ellos no aprenden por adoctrinamiento o sermones.
La
vida es la mejor escuela y el hogar el lugar más idóneo para
recibir un buen ejemplo. Se necesitan verdaderos padres que sean
testigos, que tengan vida, que arrastren, que llenen de ilusión y
esperanza, que vivan lo que creen, con valores y actitudes
evangélicas.
La
educación es arte y es tarea difícil, pero se facilita enormemente
cuando hay amor, cuando el que crece lo hace en un ambiente de amor y
ternura, de acogida, de aliento, de aceptación y amistad.
Los
niños aprenden lo que ven y son hijos del ambiente en el que se
desenvuelven.
“Si
un niño vive en ambiente de críticas
Aprende
a condenar.
Si
un niño vive en hostilidad
Aprende
a pelear.
Si
un niño vive en ridículo
Aprende
a ser tímido
Si
un niño vive con pena
Aprende
a sentirse culpable
Si
un niño vive con aliento
Aprende
a tener confianza
Si
un niño vive con alabanza
Aprende
a apreciar
Si
un niño vive con justicia
Aprende
a tener fe
Si
un niño vive en un ambiente de aprobación
Aprende
a quererse
Si
un niño vive con aceptación y amistad
Aprende
a encontrar amor en el mundo”.
(Dorothy
Law Nolte)
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