En cierta ocasión Abraham Lincoln estaba
hablando bien de sus adversarios y críticos.
Una anciana le preguntó:
¿Cómo puede usted
expresarse amablemente de sus enemigos en lugar de destruirlos?”
“Señora, respondió
él. ¿Acaso no los destruyo al convertirlos en amigos?”
Sólo un corazón grande puede perdonar,
tener misericordia, dar la vida por los otros. Así era el corazón de Jesús. No
sólo hablaba bien de sus adversarios y críticos, sino que dio la vida por
todos, inclusive por sus enemigos. En Él tenían cabida todos, en especial los
publicanos. El no vino a “llamar a los
justos, sino a los pecadores” y no pedía sacrificios, sino misericordia (Mt
9.13).
Jesús manifiesta con su vida la predilección
de Dios por los desheredados. El se identifica con el último, el oprimido.
“cuanto hicieron a uno de estos más pequeños a mí me lo hicieron” (Mt 25,40).
Su vida hay que leerla en clave de servicio.
“El Hijo del Hombre ha venido no para ser servido, sino para servir y dar su
vida para rescate de muchos” (Mt 20.28). El supo tener palabras alentadoras
para el cansado (Is 50,4); la caña quebrada no la partió, y la mecha mortecina
no la apagó (Is 42,3). Jesús es señalado por el Padre como el que cumple la
misión de Siervo (Mt 3,16-17), sin poder, obediente a la voluntad del Padre.
Por amor se despojó de su condición divina para asumir nuestra condición humana
hasta llegar a una muerte de cruz (Flp 2, 6-11, Rm 8,3).
“El discípulo no es más que el maestro, todo
buen discípulo será como su maestro” (Lc 6.40). Quien quiera seguir a Jesús ha
de comportarse como hizo El, negarse a sí mismo, abrir su corazón al hermano,
tomar la cruz y dar la vida siempre (Mt 16,24).
Quien trabaja en el Reino de Jesús tendrá
que:
-
aceptar el amor y perdón
incondicional de Dios,
-
vivir en la filiación divina y en
la hermandad humana,
-
transformar el mundo personal y
social;
-
luchar contra toda clase de pecado
y sus consecuencias: injusticias, guerras, hambre…
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
Que a mi puerta cubierto de rocío,
Pasas las noches del invierno oscuras?
Oye, Pastor que por amor mueres,
No te espante el rigor de mis pecados,
Pues tan amigo de rendidos eres,
Espera pues, y escucha mis cuidados.
Pero ¿cómo te digo que esperes?
Si estás para esperar los pies
clavados?” (Lope de Vega).
Estoy muí contento de poder leer tus reflexiones y tus historias. Muchas Gracias
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