Llenos
de envidia dijeron los pies y las manos al vientre:
Tú
eres el que se aprovecha de nuestros trabajos, y no haces otra cosa
que recibir nuestras ganancias sin ayudarnos en lo más mínimo. Por
tanto, escoge una de dos cosas o toma oficio de que te mantengas, o
muérete de hambre.
Quedó,
pues, el vientre abandonado, y al no recibir comida en mucho tiempo,
fue perdiendo su calor y se debilitó, con lo cual los demás
miembros se enflaquecieron perdieron sus fuerzas y poco después les
llegó la muerte.
Lo
mismo en el cuerpo humano que en la sociedad, unos miembros sirven a
otros y todos se sirven mutuamente. Nadie se basta a sí mismo para
todo
Anónimo
Dentro
de la unidad que tiene el cuerpo, las manos son símbolo de amistad,
de dar, de recibir, de hacer, de construir y de destruir.
En
una obra del escritor brasileño Pedro Bloch se encuentra este
diálogo:
¿Rezas
a Dios? Pregunta Bloch.
Si,
cada noche contesta el pequeño.¿Y qué le pides?
Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo.
Dios
necesita nuestras manos para construir puentes, hacer escobas,
triturar la tierra y transformar nuestro mundo. Dios necesita de
nuestras manos, de nuestros pies, de nuestro vientre, de todo nuestro
cuerpo humano, ya que El no tiene otro y vive en nosotros.
Neruda
quería nacer con otros dedos, crecer con otras uñas, comprar en una
tienda otras manos, pues las que tenía no le habían servido
“Me
declaro culpable de no haber hecho
con estas manos que me dieron…una escoba…
Así
fue:
No
sé como se me pasó la vida,sin aprender,
sin ver, sin recoger y unir los elementos.
en esta hora no niego que tuve tiempo,
tiempo, pero no tuve manos
(P.
Neruda).
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