El
gran general japonés Nobunaga decidió atacar, a pesar de que sólo
contaba con un soldado por cada diez enemigos. El estaba seguro de
vencer, pero sus soldados abrigaban muchas dudas.
Cuando
marchaban hacia el combate, se detuvieron en un santuario sintoísta.
Después de orar en dicho santuario, Nobunaga salió afuera y dijo:
“Ahora voy a echar una moneda al aire. Si sale cara, venceremos; si
sale cruz seremos derrotados. El destino nos revelará su rostro”.
Lanzó
la moneda y salió cara. Los soldados se llenaron de tal ansia de
luchar que no encontraron ninguna dificultad para vencer.
Al
día siguiente, un ayudante le dijo a Nobunaga: “Nadie puede
cambiar el rostro del destino”:
Anthony
de Mello
Nadie
puede cambiar el destino de los que aman a Dios.
“Con
Dios haremos proezas” (Sal.60.14).
“Todo lo puedo en aquel que me conforta” ( Flp.
4.13).
Dios
favorece a los que se hacen violencia para servirle. Habrá
dificultades, se tendrá que trabajar mucho, pero es menester tener
altos pensamientos para esforzarse a que lo sean las obras.
Grandes
pensamientos y hermosos ideales tuvieron Alvaro Iglesias, Gregorio
Pérez y Ana Frank. Es posible que los dos primeros sean un tanto
desconocidos. Merece la pena recordar su valor.
Alvaro
Iglesias, madrileño, murió a los 21 años por salvar a tres
personas para que no quedaran atrapadas por el fuego. Su mensaje caló
en aquellos que a su lado vivían aturdidos y entretenidos en medio
de una sociedad de consumo y con los ojos puestos en lo pasajero y
caduco.
Ricardo
Gregorio Pérez, cubano, murió a los 15 años, al llegar a las
costas de la Florida luego de haber huído de Cuba en una balsa. El
hambre, la sed y el viento no lograron enmudecer sus ilusiones. Tuvo
el valor de lanzarse a lo desconocido en busca de nueva vida y nuevos
horizontes. En la gran familia de exiliados cubanos, Gregorio
encontró el cariño de todos los suyos y la donación de un pedazo
de tierra, para seguir soñando y descansar definitivamente.
Ana
Frank, niña de 15 años, cuya sangre quedó en una tierra de
torturas y de guerra absurda. Su diario fue gran semilla y antorcha
durante muchos años para miles de adolescentes.
Álvaro,
Gregorio y Ana consiguieron a corta edad el palmarés de la amistad y
del valor, dando su vida por nobles ideales. Ellos han sido, sin duda
un regalo más del Dador de todos los dones. Su ejemplo es aire
fresco para que nuestro mundo viva en un clima de libertad, de
belleza y pueda jugar siempre a una sola cara: la del triunfo que
nace del amor.
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