El
abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada
que no le dirigía la palabra a su marido.
Al
día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero
la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más
esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su
mutismo.
Al
fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando
llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le
preguntó: “¿Se puede saber que demonios estás buscando?”
“¡Gracias
a Dios, ya lo he encontrado!” le respondió el abuelo con una
maliciosa sonrisa. “¡Tu voz!”
Anthony
de Mello
Con
las peleas nacen los enojos, los resentimientos, queda herida el alma
y rota la comunicación. ¡Cuántas energías y artimañas hay que
emplear para restañar las cicatrices y hacer que vuelva la palabra
con la fluidez y comunicación que poseía antes! Es en estos
momentos, cuando más necesitamos descargar a fondo el peso del
agobio. Aumenta la necesidad del diálogo, cuando habiendo intentado
abrirnos humildemente, se nos cierran las puertas con un gesto, con
una mala palabra, o con un sepulcral silencio. Necesitamos
relacionarnos con los otros en un clima abierto, libre, espontáneo y
sincero. Cuando respetamos y acogemos a los demás hacemos que se
sientan libres y puedan expresarse sin miedo.
Cuando
hay confianza nos presentamos tal como somos.
Es
necesario velar por reforzar una educación y unos valores positivos,
fijándonos más en las cualidades que en los defectos, en lo que une
que en lo que separa. Sin comunicación no hay pareja, o puede
resquebrajarse por los gritos, insultos, peleas o un prolongado
silencio, que hace de dos personas que se comprometieron a amarse,
dos extraños que duermen bajo el mismo techo.
Optar
por la comunicación es elegir la libertad, la paz, el amor y la
vida.
Cuando
la doctora Helen Kaplan fue preguntada por tres fórmulas para hallar
la solución a los problemas de la pareja humana, la afamada
sicoterapeuta respondió que no había reglas mágicas fuera de la
triple fórmula de: dialogar, dialogar y dialogar.
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