Una
anciana falleció y fue llevada por los ángeles ante el Tribunal. El
juez descubrió que aquella mujer no había realizado un solo acto de
caridad, a excepción de cierta ocasión en que había dado una
zanahoria a un mendigo famélico.
Sin
embargo, se decretó que la mujer fuera llevada al cielo por el poder
de aquella zanahoria. Se llevó la zanahoria al tribunal y le fue
entregada a la mujer. En el momento en que ella tomó en su mano la
zanahoria, ésta empezó a subir como si una cuerda invisible tirara
de ella, llevándose consigo a la mujer hacia el cielo.
Entonces
apareció un mendigo que se agarró a la orla del vestido de la mujer
y fue elevado junto con ella; una tercera persona se agarró al pie
del mendigo y también se vio transportado. Pronto se formó una
larga hilera de personas que eran llevadas al cielo por aquella
zanahoria.
Siguieron
subiendo hasta llegar prácticamente a las puertas del cielo.
Entonces la mujer miró hacia abajo para echar una última ojeada a
la tierra, y vio toda aquella hilera de personas detrás de ella.
Aquello la indignó y, haciendo un imperioso además con su mano,
gritó: “¡Fuera!¡Fuera todos de ahí! ¡Esta zanahoria es mía!”
Pero,
al hacer aquel imperioso gesto, soltó la zanahoria por un momento…y
se precipitó con todos hacia abajo.
Hay
un solo motivo de todos los males de la tierra: “¡Esto me
pertenece!”
Anthony
de Mello
Francisco
de Asís, el santo hermanado con la pobreza, sabía bien que toda
propiedad encierra un potencial de violencia.
Un
día le preguntó el Obispo Guido:
Francisco,
¿por qué no quieres admitir algunas propiedades para tus hermanos?
Una Orden o Congregación necesita tenerlas.
Si
tuviéramos propiedades necesitaríamos armas para defenderlas,
respondió Francisco.
Bien
entendía Francisco que la persona es capaz de pisotear herir y
matar por defender lo suyo.
Se
puede entrar en el cielo con la zanahoria, pero permitiendo que los
otros puedan agarrarse a ella.
Quien
se apropia y se apega a los suyo, defenderá violentamente hasta sus
propias ideas, y cuando se sienta amenazado en su prestigio, se
volverá vengativo y amenazador.
“En
un sentido positivo, la no violencia significa un máximo de amor,
una caridad perfecta. Si soy no violento, tengo que amar a mi
enemigo. Me parece inconcebible una enemistad perpetua entre los
hombres. Y es que la tolerancia es inherente a la no violencia.
Uno
deja de ser no violento si se atreve a engañar a los demás en los
negocios bajo el impulso del odio, de la cobardía y del miedo.
Se
puede asegurar que un conflicto se ha solucionado según los
principios de la no violencia, si no deja ningún rencor entre los
enemigos y los convierte en amigos.
Para
defenderse no es necesario tener la fuerza de matar. Más valdría
tener la fuerza de morir!.
(Gandhi).
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