sábado, 25 de junio de 2016

La carcoma de la virtud.



Un príncipe en la corte de Sicilia tenía a su servicio dos soldados. Uno pasaba por muy envidioso. El otro por muy avariento. Queriendo el príncipe ponerlos a prueba reunió a ambos y les dijo que se proponía darle a cada uno un premio, haciéndoles observar, no obstante, que el primer solicitante recibiría el objeto de su deseo, y el segundo el doble del primero.

Les concedió un poquito de tiempo para que se decidieran. Los dos permanecieron silenciosos y meditabundos, no queriendo ninguno de ellos adelantarse a la solicitud. El avaricioso decía: Si pido primero me tocará sólo la mitad que a éste. Asimismo el envidioso discurría en sus adentros. No seré el primero en pedir, pues no consiento que a este grandísimo avariento le toque más que a mí.

El príncipe se dirigió al envidioso y le ordenó que manifestase su deseo: Vaciló un instante y se dijo para sí: ¿Qué pedirle? Si pido un caballo, le tocarán dos a éste. Si pido una casa, recibirá dos. Ya caigo en la cuenta. Le pediré un castigo para que él reciba dos. Se volvió al príncipe y le dijo: Suplico a su majestad mande que me saque un ojo. El príncipe lanzó una ruidosa carcajada. No accedió a su petición, pero al menos pudo captar hasta dónde era capaz de llegar la maldad del hombre.

Miguel Limardo



“La envidia es carcoma de los huesos” (Prov. 14.30).

Hay personas que no miran el mal que se puedan hacer, con tal de que el compañero sufra más que ellos y son capaces de sacarse un ojo para que el vecino pierda los dos. Con razón Cervantes calificó a la envidia de “carcoma de todas las virtudes y raiz de infinitos males”. Todo lo que acarrea no son más que “disgustos, rencores y rabia”.

El que envidia no podrá disfrutar de lo que tiene, porque sus ojos codician lo ajeno.

La envidia puede hacer acto de presencia hasta en las cosas relacionadas con la vida espiritual. San Juan de la Cruz lo advierte con estas palabras: “Suelen tener movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible de que les lleven ventaja en este camino, y no querrían verlos alabar, porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen el ojo no hacerse con ellos otro tanto lo cual es muy contrario a la caridad; la cual, como dice San Pablo, “se goza de la bondad” (1 Cor. 13.6) (Noche Oscura lib 1, cap. 7 nº 1).

Para disfrutar de lo que uno es y uno tiene, la persona necesita valorarse y tomar conciencia de lo que puede llegar a ser. Conocerse a sí mismo, ser realista, es caer en la cuenta de que no hay por qué envidiar a otra persona.

“A nadie tengas envidia
que es muy triste el envidiar.
Cuando veas a otro ganar
a estorbarlo no te metas:
cada lechón en su teta
es el modo de mamar”

(Martín Fierro)

No hay comentarios:

Publicar un comentario