Unos
escaladores se propusieron subir una montaña difícil y de largo ascenso.
Algunos llevaban mucho equipaje, con toda clase de ropa y diversidad de
alimentos envasados. En un cierto punto, el exceso de equipaje los agotó y no
pudieron seguir.
Otros
llevaban grabaciones musicales, naipes y licores, para relajarse y pasar un
buen momento en los lugares de descanso. Pero cada vez que se detenían para
ello, lo hacían por un tiempo excesivo y les costaba continuar, seducidos por
el licor y la diversión. Hasta que, por fin, se quedaron a la mitad del camino
en un lugar cómodo y entretenido, pues habían perdido interés en continuar.
Otros,
en cambio, llevaron lo estrictamente necesario, iban muy ligeros de equipaje y éste no les cansaba. Tampoco
tenían la tentación de detenerse sin motivo o por demasiado tiempo. Ellos
fueron los únicos que llegaron a la cumbre, porque eran los más libres de
todos.
Los
escaladores de la ardua y alta montaña sabían que tenían que ascender libres de
equipaje y de comodidades. Sabían que, cuanto más subían, más tenían que
aligerarse de lo que les iba sobrando y que tenían que concentrarse sólo en
llegar a la cima, donde se liberarían de todos sus enseres. Pero algunos de
ellos, al pasar por mesetas muy hermosas y a bastante altura, decidían quedarse
ahí y no seguir, pues el lugar los atraía y gratificaba sus esfuerzos.
Segundo Galilea
El cristiano tiene los ojos puestos
en la cima, en el cielo; pero antes debe caminar, ascender, subir. Y para subir
sólo tiene un mandato: caminar a paso ligero y con poco equipaje, ya que éste
impide andar y correr.
Varias tentaciones saldrán en esta
larga andadura, como el detenerse con los pasatiempos que ofrece el dinero, el
poder, el consumo, el placer, la vanidad, el éxito…
Jesús fue tentado, también, en el
desierto (Mt 4.5-10), para que sacase
partido de sí mismo, de su prestigio y de su poder. Sin embargo, prefirió
seguir la voluntad del Padre y hacerse solidario con los demás. De ahí:
a)
Su disponibilidad absoluta en todo:
Cargó
con los sufrimientos de los otros (Mt
8.17);
Se
preocupó de los despreciados de la sociedad (Mt.8.2),
Acogió
a los pecadores (Mt 9.10-13).
Rechazó
el ser consumista (Lc 6.25),
superficial (Mt.13.26)…
b)
Su elección de lo débil frente a lo fuerte:
Prefirió
la humildad al poder (Mt, 11.25),
Servir
a ser servido (Mt. 20.24-27).
La
sencillez al prestigio (Mt. 10.16).
El
cristiano está llamado a seguir a este Cristo libre que escogió la Cruz y la
muerte, pero al que Dios resucitó y dio vida para siempre.
“Quien
en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado
en vida: es un suicida en pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de
la única realidad que podía ser” (Ortega).
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