Cuando Hernán Cortés
llegó con su ejército para la conquista de México desembarcó en
el puerto de Veracruz. Allí tuvo conocimiento del poderoso y
organizado ejército de los aztecas. Las noticias fueron tan
alarmantes que algunos de sus oficiales se desanimaron y prefirieron
abandonarlo en secreto, regresando a Cuba, que ya había sido
conquistada.
Hernán Cortés supo
lo que tramaban hacer, y esa misma noche se acercó a los barcos y
los quemó. De esa manera ya no era posible dar un paso atrás, No
les quedaba otra alternativa que lanzarse a la conquista de la gran
Tenochtitlán.
En nuestro caso no es
suficiente decir que queremos conquistar la Nueva vida traída por
Jesús. Es necesario quemar las naves que nos conducen al pecado para
jamás poder retornar a él.
Así como Dios abrió
el Mar Rojo para que su pueblo lo atravesara rumbo a la tierra de
libertad, lo cerró inmediatamente. Es necesario que Dios cierre ese
mar para que jamás podamos regresar a la esclavitud del pecado. Es
necesario que nosotros decidamos que jamás queremos regresar allá,
y quemar todos los medios que nos pudieran ayudar a retornar…
José H. Prado Flores
A los discípulos que
siguen a Jesús se les exige:
Dejarlo todo
inmediatamente, ya que El es lo más importante (Lc 9.60).
Amar a Jesús sobre
todas las cosas y personas (Lc 14.16).
Aceptar un camino
imprevisible: no tener dónde reclinar la cabeza (Mt. 8.18-19).
Negarse a sí mismos,
cargar con la cruz, estar dispuestos a perder la vida (Mc.8.34).
La opción por Cristo
ocupa, pues, el primer lugar en el Evangelio.
Quien ha puesto los ojos
en Jesús, nada ni nadie le apartará del camino emprendido. Un buen
ejemplo de fidelidad lo encontramos en Sancho Panza, cuado tratan de
convencerle para que abandone a don Quijote, ya que con él no
llegará a obtener ninguna ganancia en esos reinos inexistentes, sino
burlas y sonrisas de la gente. La razón que da para seguirle, es la
siguiente:
“Lo sigo porque…lo
quiero, lo quiero mucho y ya no puedo dejarlo solo. Aunque no
alcancemos las estrellas ni venzamos enemigos. Aunque no derrotemos
los gigantes del mal ni desencantemos las princesas…lo he de seguir
hasta el final Si no, ¿quién lo va a levantar cuando el molino de
viento lo derribe? ¿Quién lo va a curar de las heridas? ¿Quién se
atreverá a ser escudero suyo? ¿Quién compartirá sus desgracias?”
Quien siga a Jesús,
estará obligado a quemar “todas las naves” donde vive el pecado,
Satanás y todas sus obras. Quien cierra la puerta al pecado, se la
está abriendo a Jesús, para que viva como único Señor en el
corazón libre de quien en un tiempo fue esclavo.
Cada cosa que se deja, /
va desgarrando el alma; / no es la nada que se deja, / es un algo que
se acaba.
Dejar y soltar amarras/
es quedarse en soledad,/ sentado en el olvido/ y las alas rotas sin
volar.
En cada adiós de la
vida,/ llora el viento /y ríe el mar.
En cada minuto que
pasa,/ sufre el sol,/ brama el maizal.
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