Y es que, en la historia de Delizia en Lourdes, lo más
importante ocurrió en su corazón. Era en 1975 una niña de once
años que acudió, desde su Sicilia natal, a Lourdes, más por la
voluntad de sus padres que por la propia, ya que la pequeña
desconocía completamente qué enfermedad era aquella que encadenaba
su pierna y le impedía jugar. Nunca había oído la palabra
“osteosarcoma”, y sólo mucho más tarde sabría que es un
cáncer. Por eso fue a Lourdes como a una excursión más. Y allí ni
siquiera se acordó de pedirle a la Virgen su curación.
Yo veía, ha dicho a un periodista francés, a tanta gente
enferma allí, que me hubiera perecido ridículo rezar por mí misma.
¿Y no rezaste pidiendo tu curación? Ha insistido el
entrevistador.
No, responde con candidez la ahora adolescente; yo pedí por
otros.
Y la “curación científicamente inexplicable” llegó a quien
no la pedía, a esta muchacha que ahora viene durante todas sus
vacaciones a trabajar de enfermera en Lourdes para ayudar a todos
esos enfermos que lo necesitan más que ella. Porque el milagro,
mucho antes que en su pierna, había ocurrido ya en su corazón.
José Luis Martín Descalzo
Los grandes milagros suceden en el corazón. Cuando éste cambia,
todas las otras enfermedades se curan. Delizia en Lourdes aprendió a
orar desde el corazón de los otros. Sus ojos veían lo que leía su
corazón: había muchos enfermos que necesitaban del milagro más que
ella. Le parecía ridículo orar por sí misma. Y desde aquel día no
sólo va a Lourdes a orar, sino a ayudar a otros enfermos a abrir sus
ojos al mundo de los demás.
Delicia recibió una gran luz. Fue como una Noche de Pascua. A la
luz de Pascua “todo se hace posible” (Garaudy). Tantas
luces vio Delizia en la gruta de Lourdes, que su vida se llenó de
más bondad, más calor, más gracia.
Nuestro encuentro con el Resucitado, con el Salvador, tiene que ser
de salvación y de vida para los otros. La luz de Pascua tiene que
ayudar a entender y comprender mejor la Palabra, la mano de Dios en
nuestra vida, nuestras enfermedades y fracasos: toda nuestra
existencia. La luz de Pascua calentará y cambiará nuestro corazón
para poder borrar todos los prejuicios y barreras que nos apartan de
los otros. Cuando este milagro ocurra en nuestros corazones, las
desigualdades, marginaciones, y todo tipo de enfermedad, habrán
desaparecido completamente de nuestra vida.
Hace años, San Cipriano de Cartago recibió la luz de su segundo
nacimiento, y en él se operó también un extraño cambio: las dudas
se le aclararon, las barreras se cayeron, las tinieblas se
iluminaron. El renacer de nuevo, el abandonar las obras de la carne,
es obra de Dios, pues todo “lo que podemos, viene de Dios”.
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