sábado, 27 de febrero de 2016

Los dos cangrejos.




Decía un cangrejo a su hijo que observaba que andaba con las piernas torcidas, defecto de que deseaba corregirse.

Madre mía, respondía el hijo, yo no hago sino lo que veo que hacéis vos. Si andáis de la misma manera ¿cómo queréis que yo me corrija? Vos debíais haberos corregido primero.

Antes de reprender a otros, debemos procurar corregirnos nosotros mismos.


Esopo



Los niños son fruto del ambiente que respiran. Hacen lo que ven. La educación comienza antes de nacer y dura toda la vida, pero es en los primeros seis años es cuando asimilan casi la mayoría de las cosas. Ellos no aprenden por adoctrinamiento o sermones.

La vida es la mejor escuela y el hogar el lugar más idóneo para recibir un buen ejemplo. Se necesitan verdaderos padres que sean testigos, que tengan vida, que arrastren, que llenen de ilusión y esperanza, que vivan lo que creen, con valores y actitudes evangélicas.

La educación es arte y es tarea difícil, pero se facilita enormemente cuando hay amor, cuando el que crece lo hace en un ambiente de amor y ternura, de acogida, de aliento, de aceptación y amistad.

Los niños aprenden lo que ven y son hijos del ambiente en el que se desenvuelven.

Si un niño vive en ambiente de críticas
Aprende a condenar.

Si un niño vive en hostilidad
Aprende a pelear.

Si un niño vive en ridículo
Aprende a ser tímido

Si un niño vive con pena
Aprende a sentirse culpable

Si un niño vive con aliento
Aprende a tener confianza

Si un niño vive con alabanza
Aprende a apreciar

Si un niño vive con justicia
Aprende a tener fe

Si un niño vive en un ambiente de aprobación
Aprende a quererse

Si un niño vive con aceptación y amistad
Aprende a encontrar amor en el mundo”.


(Dorothy Law Nolte)

sábado, 20 de febrero de 2016

Obras mejor que palabras.



Se cuenta que un día una madre atribulada de acercó a Gandhi con su hija y le explicó que ésta tenía el habito de comer más dulce de lo conveniente. “¿Querría el señor Gandhi, le preguntó, hablar a la chica y persuadirla a que deje esta nociva costumbre?” Gandhi se sentó un momento en silencio, y dijo después “Tráeme a tu hija dentro de tres semanas y entonces la hablaré”. La madre se fue según se lo había mandado y volvió después de tres semanas. En esta ocasión Gandhi tomó aparte a la muchacha y en unas pocas y sencillas palabras le demostró los efectos perjudiciales del exceso de dulce; le urgió a abandonar la costumbre. Agradeciendo a Gandhi el haber dado a su hija tan buen consejo, la madre con voz temblorosa dijo: “Me gustaría saber ahora, Gandhi-ji, por qué no dijiste estas palabras a mi hija hace tres semanas, cuando te la traje”. “Hace tres semanas, le explicó Gandhi, yo mismo era muy aficionado a comer cosas dulces”

Miguel Limardo


Las palabras mueven, los ejemplos arrastran. Es verdad. No hace falta que traten de convencernos que el mejor remedio para acabar con toda clase de dependencias, es que el que da el consejo sea libre. Pero por desgracia vemos que la práctica es muy distinta, pues “es más fácil predicar que dar trigo”. Sin embargo, hacen muy bien los doctores en aconsejar a los enfermos sobre los perjuicios que acarrean el tabaco y el alcohol, aunque ellos fumen y beban.

Gandhi estaba convencido de que había que ser consecuentes con lo que se creía. “Cuando leo el evangelio, me siento cristiano, ero cuando os veo a los cristianos hacer la guerra, oprimir a los pueblos colonizados, emborracharse, fumar opio…, me doy cuenta de que no vivís el evangelio” (Gandhi).

San Agustín fue un gran pecador. Pero tuvo la suerte de tener una madre cristiana que a base de oraciones, muchas lágrimas y amor incondicional le salvó. Tardó muchos años, pero al fin Agustín se encontró con el amor de Dios a través del comportamiento de su madre.

De ella recibió el tesoro de buenas obras, sabias enseñanzas, mucha fe y mucho amor. “Lo mejor que un padre puede dejar a sus hijos es el ejemplo de sus virtudes y la herencia de sus bellas acciones (Cicerón).

Bastaría que alguien nos amara de verdad, para dejar de comer dulce, aunque él siga con esa y otras tantas adiciones.
“Bastaría que nos sintiéramos amados incondicionalmente de una sola persona para estar sanos y bien desarrollados” (Leo Buscaglia).

sábado, 13 de febrero de 2016

Servir cada día.




Dos hombres pidieron a su ángel que les comunicara algo del poder de Dios. El ángel accedió.

El primero pidió poder para hacer cosas extraordinarios. El ángel le dijo “Tendrás poder sólo para cosas prodigiosas. Pero no tendrás un poder especial para lo ordinario”.

Fascinado, el hombre comenzó a hacer cosas prodigiosas: adivinaba el pensamiento, ganaba dinero a manos llenas en los negocios y juegos de azar, creaba grandes inventos…Y era muy feliz. Pero al poco tiempo perdió su trabajo, y no pudo hacer nada. Luego su mujer lo dejó, y no pudo hacer nada. Se enfermó de modo que apenas podía caminar, y no pudo hacer nada. Y perdió la felicidad.

El segundo hombre pidió poder para cosas ordinarias. El ángel se lo otorgó, y le dijo que en ese caso Dios no le daba poder para nada extraordinario. Y el hombre siguió igual que antes, con su modesto trabajo, su familia y su salud. Y le agradeció al ángel porque lo había hecho feliz.

Segundo Galilea



Jesús, al lavar los pies a sus discípulos en la Última Cena, quiso transmitir con un gesto lo que el hizo en su vida: “El no había venido a ser servido, sino a servir. El estaba en medio de ellos como quien sirve” (Lc 22.27). Servir es ponerse más bajo que el otro, inclinarse ante él, “despojarse del rango que se tiene y…amar hasta el extremo”

Y ese gesto, enseñanza y mandato lo han acogido los cristianos.

Cada día, en la familia y en la sociedad, infinidad de personas siguen sirviendo con amor: Madres y padres que lavan a sus hijos. Hijos que lavan a sus padres ancianos. Voluntarios que limpian a paralíticos y enfermos y que con su vida de entrega, lavan los ojos y corazones de los sanos.

El poder de Dios se manifiesta a través del servicio de cada día. Aquellos que han recibido la gracia de dedicar toda su vida al servicio de los hermanos, son felices y llenan de bondad toda la tierra.

“El que quiera ser el primero entre vosotros, sea siervo de todos, pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención de muchos” (Mc 10.44-45).

sábado, 6 de febrero de 2016

La alegría del que sirve.





Hay un bonito cuento de una niña que, al pasar por un prado, ve una mariposa clavada en un espino.

La niña la libera con todo cuidado y la mariposa alza el vuelo. Luego da media vuelta y se convierte en un hada. “En premio a tu bondad, quiero concederte un deseo”, dice a la niña. Esta lo piensa un momento y responde: “Quiero ser feliz” El hada se inclina, le dice unas palabras al oído y desaparece.

A medida que la niña iba creciendo, no había en todo el lugar nadie más feliz. Cuando alguien le preguntaba el secreto de su felicidad, ella sonreía y decía: “Escuché las palabras de un hada”.

Cuando fue anciana, los vecinos temían que pudiera llevarse a la tumba su maravilloso secreto. “Cuéntanos por favor qué te dijo el hada”, le suplicaban. Y la viejecita respondió con una sonrisa: “El hada me dijo que por muy seguros de sí mismos que parecieran, todos me necesitaban”.

Todos nos necesitamos unos a otros.

Leo F. Buscaglia



Un día le preguntaron a Gerard Bessiere cómo se las arreglaba para estar siempre contento, para tener siempre la cara iluminada por la sonrisa. El remedio, contestó, es “salir de uno mismo” buscar la alegría donde está, e interesarse por los demás.

Quien renuncia a su felicidad, la encontrará duplicada en los demás. Por eso dice Jesús: “Quien pierda su vida, la ganará” (Mc 8.35).

Todos somos necesarios y todos nos necesitamos.

Bien lo han comprendido los que no sólo se dan durante la vida, sino hasta después de muertos, y donan su cuerpo, sus ojos, su corazón, su hígado…Así siguen viviendo y dando vida a otros.

Un buen ejemplo de amor y servicio lo tenemos en la madre Teresa de Calcuta. Cada día sus hijas recogen a miles de personas hijas del hambre y de la muerte, faltas de cariño y de amor. Sólo el silencio de la noche sabe la dedicación de estas personas y otras muchas que laboran en una vida oculta y entregada. Es el servicio el único afán de todos aquellos que recogieron y se adueñaron del mandato de Jesús: sirvan a todos.

Gabriela Mistral cantó magistralmente un himno al servicio:

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.

Sé el que apartó la piedra del camino, el odio entre los corazones y las dificultades del problema.

Hay alegría de ser sano y de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa alegría de servir.

Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios; adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquel es el que critica; éste es el que destruye. Tú sé el que sirve. El servir no es tarea sólo de seres inferiores. Dios que da el fruto y la luz que sirve, pudiera llamarse EL QUE SIRVE.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol? ¿A tu amigo?¿A tu madre?