lunes, 22 de abril de 2019



TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN


Jesús se hace presente en medio del miedo de sus discípulos, pensaban que los judíos les harían a ellos lo que le habían hecho a Jesús. Jesús encuentra a los apóstoles encerrados. Tiene un gran valor simbólico subrayar que estaban con las puertas cerradas, todavía ocho días después: quiere decir que cuesta abrirle las puertas al Señor. Parece que las hemos abierto una vez, pero después las volvemos a cerrar. A pesar que Jesús ha resucitado, cuesta desprenderse del miedo y de la tristeza. 

Muchos cristianos parecen pensar —como dice Evely— que tras la cuaresma y la semana santa los cristianos ya nos hemos ganado unas buenas vacaciones espirituales. Y si nos dicen: Cristo ha resucitado; pensamos: qué bien. Ya descansa en los cielos. Lo hemos jubilado con una pensión por los servicios prestados. Ya no tenemos nada que hacer con él. Necesitó que le acompañásemos en sus dolores. ¿Para qué vamos a acompañarle en sus alegrías? Y, sin embargo, lo esencial de los cristianos es ser testigos de la resurrección, mensajeros de gozo. 

miércoles, 17 de abril de 2019



ÚLTIMAS PALABRAS DE JESÚS

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Aceptar la cruz nos cuesta a todos. Hasta el mismo Cristo pidió ayuda al Padre. Sin embargo, él la acepta. Las últimas palabras que pronunció crucificado son para nosotros espíritu y vida:

   “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). A pesar de que el Padre no obra milagros para salvarle (Mt 26,53-54), Jesús sigue creyendo en su amor, no pierde la confianza y se arroja en sus brazos. Y Jesús fue escuchado y acogido.
   Mujer, ahí tienes a tu hijo... Hijo, ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-27). Si Jesús se preocupa del ladrón arrepentido, también se preocupa de su madre. La encomienda al “discípulo amado”. María es madre espiritual de todos los creyentes y sigue de cerca unida a los apóstoles (Hch 1,14).
   Tengo sed” (Jn 19,28). Uno de los tormentos del crucificado era la sed. Jesús tenía, además, hambre y sed de justicia.
   “Todo está cumplido” (Jn 19,30). Jesús viene a hacer la voluntad de Dios (Hb 10,7); ésta es su alimento (Jn 4,34). Había cumplido su misión: “Yo te he glorificado en la tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar” (Jn 17,4).