domingo, 31 de marzo de 2019


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EL PADRE MISERICORDIOSO

La parábola del hijo pródigo se da en la realidad de muchas familias de hoy. Así ocurrió, según leí, en Barcelona, una muchacha decide irse de su casa y vivir con su novio. Poco después organizan un viaje a la India,  con fines no puramente turísticos; al intentar volver a España, los detienen por tráfico de drogas y los encarcelan. El padre, que es el gran protagonista del relato, no la madre, en vez de maldecir a la hija por haberlos abandonado para vivir con un camello y por ser tan estúpida como para confiar en él, convencido de que es inocente hace todo lo posible para sacarla de la cárcel. Afronta grandes gastos, pierde poco a poco todos sus bienes y termina vendiendo el taxi para pagar a los abogados y los trámites. Pero consigue recuperar a su hija y se reencuentran en el aeropuerto de Barcelona.
“Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” ( Lc 15, 11-32).
  Son muchas las lecturas a que se presta esta parábola del “hijo pródigo”.
En la celebración para la toma de posesión como Obispo de Roma en la Cathedra Romana en San Juan de Letrán, el Papa Francisco ha dedicado una parte de la homilía a comentar la parábola del “padre de la misericordia”, aprovechando que el segundo Domingo de Pascua es el de la Divina Misericordia.
“A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me im     presiona porque me infunde siempre una gran esperanza… Dios siempre nos espera, no        se cansa. Je      sús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la           confianza, la             espe     ranza, siempre. Un gran teólogo naturalizado alemán, Romano Guardini, decía que Dios responde a             nuestra debilidad con su paciencia y éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestra esperanza. Es como un diálogo entre nuestra debilidad y la paciencia de Dios, es un diálogo que si lo hacemos, nos             da esperanza”.
Esta parábola de la misericordia del Padre ha tocado y seguirá tocando el corazón de muchos padres e hijos, pues es una realidad de muchos hogares. La familia del Hijo Pródigo es una familia de las nuestras, por eso nos llega tanto el mensaje.  De todas las palabras de Dios ésta ha despertado el eco más profundo… Desde hace miles de años viene haciendo llorar a innumerables personas… Y el que lo oye por centésima vez es como si lo oyera por primera vez” (Péguy). Y en esta parábola, al final, triunfa el amor. Quien ha probado el amor de Dios, jamás podrá olvidarlo.
  Las dificultades en las relaciones de padres e hijos es muy vieja. Oseas presenta al hijo rebelde y el Padre irascible que perdona. En uno de sus poemas presenta a Dios como un padre totalmente entregado a su hijo: le enseña a andar, lo lleva en brazos, se inclina para darle de comer; pasando de la metáfora a la realidad, cuando era niño lo liberó de la esclavitud de Egipto. Pero la reacción de Israel, el hijo, no es la que cabía esperar: cuanto más lo llama su padre, más se aleja de él; prefiere la compañía de los dioses cananeos, los baales. Dios lo podía haber castigado, pero se le conmueven las entrañas y lo perdona (Os 11, 1-9). A Dios no le cuesta perdonar, es su oficio,  pero hay personas que no quieren que perdone.
  San Lucas introduce en la parábola un nuevo personaje que no estaba en Oseas ni Jeremías: un hermano mayor, que nunca ha abandonado a su padre y ha sido modelo de buena conducta, pero cuando vuelve su hermano se dirigiré al padre como los escribas y fariseos se dirigen a Jesús: con insolencia, reprochándole su conducta. Al padre le duele la reacción de su hijo mayor, pues el menor “estaba muerto y ha revivido. Estaba perdido y ha sido encontrado”
  La parábola es como la vida misma. Va a dirigida a nosotros. El final de la parábola queda abierto, porque lo tiene que terminar cada uno. La parábola hace preguntas profundas, descubre lo que hay en el corazón, nos coloca ante la ternura del Padre.       
  Nosotros que nos identificamos y somos, al mismo tiempo,  el hermano menor y el mayor, tenemos que llegar a tener la misma actitud del Padre y reproducir la figura del Padre. "Sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso". El relato nos tiene que hacer ver, que siempre habrá en nuestra vida, etapas que hay que superar por imperfectas.