domingo, 28 de octubre de 2018

HAZ QUE VEA





    
   Jesús dijo al ciego Bartimeo:
- ¿Qué quieres que haga por ti?
   El ciego le contestó:
  - Maestro, que pueda ver.
            Cuando el astronauta Y. Gagarin dijo que, en su paseo por el espacio, no había tenido la fortuna de toparse con Dios, un sacerdote de Moscú replicó: “Es natural. Si no lo has encontrado en la tierra, no lo encontrarás jamás en el cielo”.
     Para ver a Dios en el cielo hay que descubrirlo en la tierra, pues sabemos que, desgraciadamente, hay muchas personas que teniendo ojos no ven a Jesús, aunque lo tengan delante.
El ciego de Jericó tiene una gran confianza en Jesús y grita suplicándole: “Ten compasión de mí, Hijo de David”. Aunque la multitud lo increpa para que se calle, el hombre grita mucho más su fe en el Hijo de David. En su grito: “Hijo de David, ten compasión de mí”.
     La gente le llama y le anima: “¡Vete! ¡Ten confianza! ¡Te está llamando!” Todo lo que llamamos apostolado está en ese impulso: “¡Acércate! ¡Te está llamando!”.
 Bartimeo arroja su manto que le molesta para ir corriendo hacia Jesús, se despoja de todo lo que le estorba
 En Bartimeo el poder de Jesús y la fe obran el milagro: “Anda, tu fe te ha curado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
     Bartimeo, que así se llamaba el ciego, es decir, ‘el hijo de Timeo’, es un hombre solo, que estaba sentado, postrado, envuelto en tinieblas, sin horizonte ni camino; es el símbolo de todos los seres humanos que desean ver, caminar y vivir, y buscan un sentido para sus vidas en medio de la noche. Pero, ¿qué es preciso hacer para ver?, ¿qué condiciones permiten descubrir en Jesús al Señor? El que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios. Felices los de corazón limpio porque ellos verán a Dios. Es voluntad del Padre que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna. Jesús se presenta como el rostro humano de Dios. Él es luz para el camino. Bartimeo, apenas recobrada la vista, se puso a caminar.
La curación de la enfermedad corporal de un ciego es en los evangelios una señal que nos habla de la curación de la ceguera del corazón. Y sabemos que en nuestra sociedad esta ceguera es muy frecuente.
            "¿Qué quieres que  te haga?". ¿Qué le responderíamos nosotros? (Un puesto a tu derecha y otro a tu izquierda). ¿“Auméntanos la fe” (Lc 17,5)?; ¿“Creo, pero ayuda mi falta de fe!” (Mc 9,24)?; ¿“Maestro, que  recobre la vista” (Mc 10,51)?

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domingo, 7 de octubre de 2018










EL ROSARIO

El rosario es una de las oraciones más rezadas entre los católicos. El rosario es una oración apreciada por todos los fieles cristianos. Es un compendio del evangelio. Con él aprende de María el pueblo cristiano a experimentar la profundidad del amor de Cristo.
El rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana orientada a la contemplación del rostro de Cristo.  Así lo describía el Papa Pablo VI: “Oración evangélica centrada en el misterio de la Encarnación redentora,  el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica.  En efecto, su elemento más característico  la repetición litaníca del “Dios te salve, María”se convierte también en alabanza constante a Cristo, término último del anuncio del Ángel y del saludo de la Madre del Bautista: Bendito es el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42).  
El rosario, decía Bartolomé Longo, es una “cadena” filial que nos une a Dios, pero que también sirve para unir a los seres humanos. El rosario ha sido propuesto como oración por la paz, oración para conseguir la unidad en las familias, oración para reconciliar a  los alejados. El Papa proclamó desde octubre del 2002 a octubre del 2003 el Año del Rosario. El rosario es una oración para acudir a María, Madre nuestra, para aprender de ella a caminar con Jesús, para construir un mundo de amor y de paz.
La costumbre de rezar con unas bolitas, tiene una raíz indiana shivaita, el mundo islámico habría traído la costumbre de recitar los 99 nombres de Aláh sirviéndose de apropiadas cadenitas de 99 bolitas. Después se trajo a Europa y los cruzados, según esta hipótesis historiográfica, habrían importando a Occidente y adaptado a la plegaria cristiana una práctica de origen Oriental. Hoy, sin embargo, sabemos de la existencia de cadenitas utilizadas para la plegaria en el mundo cristiano desde los tiempos de los Padres del desierto, en los Siglos III y IV después de Cristo, mucho antes de las cruzadas.
Hasta finales del Siglo XIX se  atribuía la práctica del rosario meditado a Santo Domingo de Guzmán. La atribución tradicional a Santo Domingo es el resultado de una confusión con Domingo de Prusia que sería el verdadero “inventor” del rosario. Sin embargo, en 1977 Andreas Heinz descubrió un manuscrito con un Rosario meditado cien años anterior al de Domingo de Prusia. 
He escogido algunas ideas muy válidas que  Juan Pablo II nos da en la Carta Apostólica “Rosarium Virginis Marie”.
 Comienza diciendo el Papa que el rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio.
El rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.
El Rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana. Fulthon Sheen fue llamado el mago de la televisión. Miles de espectadores veían el programa: “La vida vale la pena vivirse”.
Un día se presentó un joven y le dijo:
-   Creo, Monseñor, que exagera su devoción a la Virgen y no comprendo cómo recomienda tanto el rezo del Rosario, esa monótona repetición de Avemarías.
-   Señor – le contestó Fulthon Sheen-, la repetición es el lenguaje del amor. Los novios, los hijos a sus padres y los padres a sus hijos, no se cansan de repetirse que se aman. Usted mismo, ¿qué le dice diariamente a su esposa?
-   -Que la quiero.
-   -¿Ve?
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