viernes, 13 de marzo de 2015

Parábolas de Luz y Vida.


            ¿Por qué Jesús hablaba en parábolas? ¿Por qué usó este lenguaje para revelar a la gente el misterio del Padre? ¿Por qué nosotros, cuando hablamos de Dios y de la vida, no usamos  las parábolas con tanta frecuencia?

            Las parábolas son muy características de Jesús, las usa como pequeñas historias, imágenes concretas y comparaciones tomadas de la naturaleza y de la vida con la finalidad de transmitir una enseñanza. A través de ellas habla del Reino de Dios, de las distintas situaciones de la vida, del crecimiento…Parece como si fueran sal y luz para entender un poco más al Padre de todos, que se hace niño hasta en su palabra.

            “No despreciéis los cuentos, dice Anthony de Mello. Cuando se ha perdido una moneda de oro, se encuentra con la ayuda de una minúscula vela; y la verdad más profunda se encuentra con la ayuda de un breve y sencillo cuento”.

            Efectivamente, un breve y sencillo cuento, una parábola, no sólo fascina a los pequeños, sino que entusiasma a los mayores. Quien tiene la habilidad de sazonar el contenido más profundo con una historieta oportuna y a su debido tiempo, no sólo se ganará al público, sino que logrará que la enseñanza llegue más clara y con más garra. Así lo conseguía el Amigo de todos: Jesús.

            Cuando acudimos a un restaurante, lo más importante es, sin duda, la calidad de los alimentos. No obstante, a la hora de la verdad valoramos una serie de aspectos secundarios, pero que influyen decisivamente en la satisfacción que nos produce aquella comida, como la decoración del lugar, la habilidad del cocinero, la presentación de los platos, la amabilidad de los camareros, etc.

            Cuando escuchamos una charla u homilía, lo más importante es sin duda el contenido doctrinal. Pero con frecuencia los oyentes quedan más impresionados por aquella imagen, aquel ejemplo tomado de la vida real, que es como la guinda que pone el cocinero en la comida, y que, en definitiva, dará como resultado que aquella doctrina se pueda retener fácilmente en la memoria y pase a convertirse en vida.

            Un día que escuchaba una charla de alta espiritualidad, me senté junto a un niño inquieto y juguetón. No parecía estar este chaval muy interesado en el tema que se trataba. Al final de la charla le pregunté en voz baja qué era lo que más le había gustado. Los cuentecitos, fue su respuesta.

            Aquel día me di más cuenta de la importancia que tiene el usar de todos los medios que tenemos a nuestro alcance para que la semilla que lanzamos germine. Eso me animó a seleccionar parábolas, cuentos, leyendas fábulas…En este libro aparecen cien de ellas, tomadas de diferentes autores, especialmente contemporáneos.

            ¿Por qué el título de parábolas de luz y vida?

            Todas las parábolas y sus comentarios nos hablan de luz y de vida desde algún punto de vista. La luz nos viene de Dios y con ella podemos iniciar el camino de conversión que nos lleva a la libertad y a amar la vida.

            La luz nos apasiona. Sin ella andamos a tientas y a oscuras. Nuestros ojos, bañados de la luz de Dios, nos ayudan a ver profundamente las diversas maneras por las que habla el Creador con su voz potente, magnífica e irresistible a través de la capacidad de amor que hay en cada ser humano.

            Son muchos los que han prendido su luz en el cirio de la Pascua y cada día se comprometen y dan alguna gota de su sangre por una causa noble y justa. En cada parábola lo pondré de manifiesto a base de palabras de la Sagrada Escritura, de los santos carmelitas y maestros universales de espiritualidad, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, de los santos de todos los tiempos y de otros autores espirituales que con sus plumas o sus vidas han servido de guías a tantas personas para enderezar sus caminos.

            La vida es la otra palabra que califica a estas parábolas. Dudé en poner la palabra amor, pero creo que quien ama de verdad, tiene vida y comunica vida. He preferido el término “vida”, porque quiero que estas reflexiones ayuden a vivir más plenamente, sin frenos ni cadenas, a tanta gente que a fuerza de amor y sacrificio, tratan de cambiar una triste realidad de hambre, odios y enfermedades por otra más humana y más cristiana.

            La vida es muy difícil. Así lo afirmaba Pablo VI en su testamento con tres palabras contundentes: “La vida es dolorosa, dramática, magnífica”. Tres calificativos esclarecedores que presentan a la vida como una lucha que merece la pena sostener.

            No debemos esconder la luz que nos llega, ni quedarnos de brazos cruzados, amarrados en preguntas inútiles y sin sentido. Sólo pueden salvar a nuestro mundo personas que amen y defiendan todo lo que huele a vida, luchando sin tregua, con paciencia y perseverancia. El miedo al futuro, los fracasos del pasado, el envejecimiento de nuestros sueños, pueden ir secando nuestro corazón y amortiguando o matando las ganas de vivir y de luchar. “La libertad como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días” (Goethe).

            Para  rejuvenecer los ánimos y poder seguir adelante en la lucha de cada día necesitamos tres actitudes importantes:

            No dar entrada en nuestra mente a la duda ni a las sombras.
            No escuchar a los profetas de desventuras.
            Hacer todo lo que esté a nuestro alcance.
            Par poner en práctica estas tres consignas, nos pueden ayudar un proverbio chino, unas palabras de Juan XXIII y otras de Santa Teresa de Jesús.

            En primer lugar, no debemos admitir en nuestra mente ningún tipo de pensamientos negativos, ni nada que perturbe nuestra alegría.

            “Tú no puedes impedir a los pájaros de la melancolía que vuelen sobre tu cabeza, pero sí que hagan sus nidos en tus cabellos, porque poco a poco irán carcomiendo tus ideales y minarán la vitalidad de tu corazón, apagando la luz de tus ojos y tu vida” (Proverbio chino).

            Tampoco se adelante mucho profetizando desventuras y calamidades o resaltando las cosas negativas de la vida.

            “Nos parece necesario expresar nuestro completo desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian incesantemente catástrofes, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de cada esquina” (Juan XXIII).

            Lo único que resuelve son las obras. “Obras quiere el Señor” decía Santa Teresa, y fiel a esta consigna hizo todo lo que estaba a su alcance para bien de la Iglesia de su tiempo y del mundo entero. Se reunió con un grupo de mujeres llenas de fe y confianza en Dios y se dedicó con ellas a vivir en plenitud el amor, convencida que estaba a su alcance como si la solución de todos los males dependiera de ella. De ahí el valor de sus palabras:

“No haya ningún cobarde.
Aventuremos la vida,
pues no hay quien mejor la guarde
que quien la da por perdida”

(Santa Teresa de Jesús)



            De cada parábola que presentamos, se pueden sacar muchas lecciones. Ojalá se transformen en pequeños rayos de luz que nos ayuden a abrir nuestros ojos a la verdad, nos capaciten para entender a nuestros prójimos y nos dispongan a amarles con un amor sincero, desprendido y generoso. Si además contribuyen a que descubramos el verdadero rostro amoroso de Dios y a entusiasmarnos con la vida, estas parábolas habrían cumplido plenamente su finalidad.

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