EL PADRE MISERICORDIOSO
La parábola del hijo pródigo se da en la realidad
de muchas familias de hoy. Así ocurrió, según leí, en Barcelona, una muchacha
decide irse de su casa y vivir con su novio. Poco después organizan un viaje a
la India, con fines no puramente
turísticos; al intentar volver a España, los detienen por tráfico de drogas y
los encarcelan. El padre, que es el gran protagonista del relato, no la madre,
en vez de maldecir a la hija por haberlos abandonado para vivir con un camello
y por ser tan estúpida como para confiar en él, convencido de que es inocente
hace todo lo posible para sacarla de la cárcel. Afronta grandes gastos, pierde
poco a poco todos sus bienes y termina vendiendo el taxi para pagar a los
abogados y los trámites. Pero consigue recuperar a su hija y se reencuentran en
el aeropuerto de Barcelona.
“Sacad enseguida
el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los
pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (
Lc 15, 11-32).
Son muchas las lecturas a que se presta esta
parábola del “hijo pródigo”.
En la celebración para la toma de posesión como Obispo de Roma en
la Cathedra Romana en San Juan de Letrán, el Papa Francisco ha dedicado una
parte de la homilía a comentar la parábola del “padre de la misericordia”, aprovechando
que el segundo Domingo de Pascua es el de la Divina Misericordia.
“A mí me produce siempre una gran
impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me im presiona porque me infunde siempre una gran
esperanza… Dios siempre nos espera, no se
cansa. Je sús nos muestra esta
paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la espe ranza, siempre. Un gran teólogo
naturalizado alemán, Romano Guardini, decía que Dios responde a nuestra debilidad con su paciencia y
éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestra
esperanza. Es como un diálogo entre nuestra
debilidad y la paciencia de Dios, es un diálogo que si lo hacemos, nos da esperanza”.
Esta parábola de
la misericordia del Padre ha tocado y seguirá tocando el corazón de muchos
padres e hijos, pues es una realidad de muchos hogares. La familia del Hijo
Pródigo es una familia de las nuestras, por eso nos llega tanto el
mensaje. “De todas las palabras de Dios ésta ha despertado el eco más
profundo… Desde hace miles de años viene haciendo llorar a innumerables
personas… Y el que lo oye por centésima vez es como si lo oyera por primera
vez” (Péguy). Y en esta parábola, al final, triunfa el amor. Quien ha probado
el amor de Dios, jamás podrá olvidarlo.
Las dificultades en las relaciones de padres e
hijos es muy vieja. Oseas presenta al hijo rebelde y el Padre irascible que
perdona. En uno de sus poemas presenta a Dios como un padre totalmente
entregado a su hijo: le enseña a andar, lo lleva en brazos, se inclina para
darle de comer; pasando de la metáfora a la realidad, cuando era niño lo liberó
de la esclavitud de Egipto. Pero la reacción de Israel, el hijo, no es la que
cabía esperar: cuanto más lo llama su padre, más se aleja de él; prefiere la
compañía de los dioses cananeos, los baales. Dios lo podía haber castigado,
pero se le conmueven las entrañas y lo perdona (Os 11, 1-9). A Dios no le
cuesta perdonar, es su oficio, pero hay
personas que no quieren que perdone.
San
Lucas introduce en la parábola un nuevo personaje que no estaba en Oseas ni
Jeremías: un hermano mayor, que nunca ha abandonado a su padre y ha sido modelo
de buena conducta, pero cuando vuelve su hermano se dirigiré al padre como los
escribas y fariseos se dirigen a Jesús: con insolencia, reprochándole su
conducta. Al padre le duele la reacción de su hijo mayor, pues el menor “estaba
muerto y ha revivido. Estaba perdido y ha sido encontrado”
La parábola es como la vida misma. Va a
dirigida a nosotros. El final de la parábola queda abierto, porque lo tiene que
terminar cada uno. La parábola hace preguntas profundas, descubre lo que hay en
el corazón, nos coloca ante la ternura del Padre.
Nosotros que nos identificamos y somos, al
mismo tiempo, el hermano menor y el
mayor, tenemos que llegar a tener la misma actitud del Padre y reproducir la
figura del Padre. "Sed misericordiosos como vuestro padre es
misericordioso". El relato nos tiene que hacer ver, que siempre habrá en
nuestra vida, etapas que hay que superar por imperfectas.
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