sábado, 10 de enero de 2015

LO QUE SE VE, SE PRACTICA


Decía un cangrejo a su hijo que observaba que andaba con las piernas torcidas, que se corrigiera. Madre mía, respondía el hijo cangrejo, yo no hago sino lo que veo que hacéis vos. Si andáis de la misma manera ¿cómo queréis que yo me corrija? Vos debíais haberos corregido primero. Antes de reprender a otros, debemos procurar corregirnos nosotros mismos.
 “Lo mejor que un padre puede dejar a sus hijos es el ejemplo de sus virtudes y la herencia de sus bellas acciones (Cicerón). El amor es vida, salud y fuerza. “Bastaría que nos sintiéramos amados incondicionalmente de una sola persona para estar sanos y bien desarrollados” (Leo Buscaglia).
¿Cómo era la familia de santa Teresa? Teresa tuvo la suerte y el regalo de tener una familia cristiana. Sus padres y hermanos le ayudaron a tener una fe fuerte, comprometida con la vida, pendiente de Dios y con afán de buscar y vivir “la verdad de cuando niña” .
A Don Alonso se le murió su primera mujer. Se quedó viudo muy joven, con dos hijos, y volvió a casarse. Teresa, nacida el 28 de marzo de1515, es hija del segundo matrimonio, de D. Alonso Sánchez de Cepeda con Dª Beatriz de Ahumada. Dos hijos del primer matrimonio más diez del segundo, hacen que en la familia de Teresa haya 12 hermanos. Al referirse a sus hermanos y medios hermanos, Santa Teresa escribe: “por la gracia de Dios, todos se asemejan en la virtud a mis padres, excepto yo”.
Sus padres eran virtuosos. Hoy, a muchos no les gusta oír hablar de virtudes. Quizás podríamos decir mejor “cualidades”. Sea como fuere,  son especialmente necesarias  para la vida, especialmente: la fortaleza, la templanza, la prudencia, la justicia, la fe, la esperanza y la  caridad. Cuando Teresa habla de su infancia alaba a sus padres y dice: “No cabe duda que el tener unos buenos padres, es uno de los grandes dones que se pueden recibir en la vida”. Y cuando enumera las virtudes de sus progenitores, en unas pinceladas los retrata perfectamente. En este ambiente impregnado de virtudes y cualidades humanas, de fe y religiosidad, Teresa ‘despierta a la vida’. Se siente atraída poderosamente por la verdad y por las cosas eternas, tiene prisa por ganar bienes eternos. Teresa reconoce la influencia de sus padres, el cómo vivían su relación con Dios y con los demás.
Teresa era la más querida de su padre. Su padre era temeroso de Dios,  hombre de verdad, honesto y leal, sensible al dolor de los otros, de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos, no consintió en tener ningún esclavo, aficionado a leer libros espirituales. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera.
Su madre era la encargada propiamente de educar a sus hijos en el rezo y en las buenas costumbres. Y también tenía muchas virtudes. Pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad (...) muy apacible y de harto entendimiento. Le gustaba leer, a escondidas,  libros de caballerías, aunque lo hacía para distraerse de los grandes trabajos que tenía y de las enfermedades que pasó. Tenía un cuidado especial para que rezaran sus hijos y fueran devotos de la Virgen y de algunos santos.
A Teresa le tocó conocer desde niña el sacrificio, el sufrimiento,  la renuncia y la muerte de lo más querido: su madre.  Todo esto le hizo fuerte ante las dificultades de la vida. “Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido” . Y la Virgen, como madre,  estuvo presente en el largo caminar de Teresa.
Teresa era el amor de su padre. Ella tuvo la suerte de estar muy cerca de él en los últimos años de su vida. Su muerte fue la de un gran creyente, dando consejos  a los presentes, encargándoles que le encomendasen a Dios.
Teresa fue educada como se hacía entonces en los hogares cristianos.  Francisco de Osuna describe magistralmente en su Norte de los estados lo que se hacía: “Si fuese cosa posible con la leche avían de recibir los niños la doctrina cristiana... Y cuando el pobre viniere a tu puerta, llévele el niño la limosna porque aprenda a hacer el bien…”  Como se ve no sólo le enseñaban a rezar, sino a practicar la caridad.

Desde niña, aprendió Teresa a orar  a practicar la caridad, a dar limosna como podía. Toda esta manera de ser y relacionarse con los cercanos, la volcará Teresa tiempo después, en su familia religiosa, haciendo y consiguiendo que cada convento sea una familia, un palomarcito, donde todas han de ser amigas, todas se han de amar y querer.

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