lunes, 22 de abril de 2019



TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN


Jesús se hace presente en medio del miedo de sus discípulos, pensaban que los judíos les harían a ellos lo que le habían hecho a Jesús. Jesús encuentra a los apóstoles encerrados. Tiene un gran valor simbólico subrayar que estaban con las puertas cerradas, todavía ocho días después: quiere decir que cuesta abrirle las puertas al Señor. Parece que las hemos abierto una vez, pero después las volvemos a cerrar. A pesar que Jesús ha resucitado, cuesta desprenderse del miedo y de la tristeza. 

Muchos cristianos parecen pensar —como dice Evely— que tras la cuaresma y la semana santa los cristianos ya nos hemos ganado unas buenas vacaciones espirituales. Y si nos dicen: Cristo ha resucitado; pensamos: qué bien. Ya descansa en los cielos. Lo hemos jubilado con una pensión por los servicios prestados. Ya no tenemos nada que hacer con él. Necesitó que le acompañásemos en sus dolores. ¿Para qué vamos a acompañarle en sus alegrías? Y, sin embargo, lo esencial de los cristianos es ser testigos de la resurrección, mensajeros de gozo. 

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