sábado, 15 de marzo de 2014

UN AÑO DE MISERICORDIA.


El 13 de marzo hizo un año de la elección del Papa Francisco. Ha sido un año de sorpresas evangélicas. Su ejemplo, su estilo cercano, su gran humanidad, ha cautivado el corazón de los de dentro y de los de fuera del catolicismo: protestantes, judíos, musulmanes. Su alegría, “La Alegría del Evangelio”,  llega a todos los rincones del mundo. Muchos auguraban que la “Franciscomanía” no duraría mucho tiempo, sin embargo se han equivocado.
 Por supuesto que encuentra gran oposición entre los conservadores, que creen que va muy rápido, y aquellos que les gustaría  que fuera más apresurado; pero lo cierto es que el entusiasmo mediático le sigue acompañando. 
P.M. Lamet, traía un artículo en el Mundo, el día 12 de marzo en el que hablaba de los tres amores del Papa.
El primero y más determinante, decía,  es su amor al Jesús del Evangelio, que se ha traducido en no abandonar el tiempo dedicado a la unión con él. De ahí emana la importancia concedida a la alegría y la misericordia, especialmente hacia los pobres, los enfermos, los marginados, los niños, los emigrantes…
Su segundo gran amor es la Iglesia, que concibe de forma más colegial que sus predecesores, con sabor a Vaticano II. Quiere descentralizar el "ministerio petrino" y ha reforzado la universalidad con el nombramiento de su G-8 cardenalicio.
Su tercer amor es a la gente, primero la de la calle, a la que se dirige con un lenguaje accesible de signos y palabras, y a la que muestra un camino de esperanza y optimismo. De ello se deduce que el diálogo con todos, los teólogos, las otras confesiones, la cultura y el mundo secular se haya revitalizado después de años de involución y de actitud de condena.
 EL 6 de marzo del 2014 Religión Digital  contaba una anécdota simpática sobre el papa Francisco. En una audiencia a los párrocos de Roma Francisco destacó la importancia de la "misericordia" entre los sacerdotes.
 
Para ello contó la historia del padre Aristide, argentino, a quien visitó en a la capilla ardiente y se sorprendió de que no hubiera nadie, sólo un par de ancianas velándole.
Entonces, explicó, fue a comprar unas flores y las colocó al lado del féretro y no pudo resistirse al ver la cruz del rosario que el sacerdote estrechaba entre sus manos y "poco a poco" y sin ser visto la arrancó y se la metió en el bolsillo y siempre la lleva consigo.
"Cuando me viene un mal pensamiento sobre alguien me llevo siempre la mano al pecho para tocar esa cruz", afirmó.
Preguntado en una entrevista si “La ternura y la misericordia son la esencia de su mensaje pastoral?
 

Respondió: “Y del Evangelio. Son el corazón del Evangelio. De lo contrario, no se entiende a Jesucristo, ni la ternura del Padre, que lo envía a escucharnos, a curarnos, a salvarnos”.
¡Ojalá este Papa siga contagiando sus amores: al Evangelio, a la Iglesia y a los pobres!

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