UN BENEFACTOR PÚBLICO
Lo
oí hace mucho tiempo, no sé dónde. En un pueblo pequeño, de esos que abundan en
Castilla, cuando fallecía una persona, era costumbre que alguien del pueblo,
dijera unas palabras en el funeral, sobre las virtudes del difunto. Un día
murió el hombre con fama de malo y en la misa nadie se atrevía a levantarse,
hasta que por fin, uno del pueblo, se armó de valor, tomó la palabra y dijo:
“Demos gracias a Dios porque este hombre, con fama de malo, pudo hacer más mal
del que hizo”.
“Dos
Pistolas”, Crowley, fue apresado El 7 de mayo de 1937 la ciudad de Nueva York,
por ciento cincuenta agentes de policía. Él era uno de los criminales más
peligrosos de la historia de neoyorkina. Mientras la policía hacía fuego
graneado contra su departamento, escribió una carta dirigida: "A quien
corresponda". Y al escribir, la sangre que manaba de sus heridas dejó un
rastro escarlata en el papel. En esa carta expresó Crowley: "Tengo bajo la
ropa un corazón fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría
daño".
Crowley
fue condenado a la silla eléctrica. Cuando llegó a la cámara fatal en Sing Sing
no declaró, por cierto: "Esto es lo que me pasa por asesino". No.
Dijo: "Esto es lo que me pasa por defenderme".
Los
criminales no se echan la culpa de nada. Tampoco se culpaba Al Capone,
el mismo que fue Enemigo Público Número Uno, el más siniestro de los
jefes de bandas criminales de Chicago, quien decía: "He pasado los mejores años de la vida
dando a los demás placeres ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo
que recibo son insultos, la existencia de un hombre perseguido." Se
consideraba , en cambio, un benefactor público: un benefactor público incomprendido
a quien nadie apreció.
Dutch
Schultz, uno de los más famosos criminales de Nueva York, aseguró en una
entrevista para un diario que él era un benefactor público. Y lo creía.
He tenido interesante correspondencia con
Lewis Lawes, que fue alcaide de la famosa cárcel de Sing Sing, en Nueva York,
sobre este tema, y según él "pocos de los criminales que hay en Sing Sing
se consideran hombres malos. Son tan humanos como usted o como yo. Así
raciocinan, así lo explican todo. Pueden narrar las razones por las cuales
tuvieron que forzar una caja de hierro o ser rápidos con el gatillo. Casi todos
ellos intentan, con alguna serie de razonamientos, falaces o lógicos,
justificar sus actos antisociales aún ante sí mismos, y por consiguiente
mantienen con firmeza que jamás se les debió apresar".
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