Saber escuchar
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué
mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor,
nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que
éstos.» (Mc 12, 28-34).
Cuenta un relato Zen que un discípulo se quejaba continuamente a su Maestro
de estar ocultándole el último secreto para alcanzar la iluminación. El
Maestro, sin embargo, no tenía la más mínima intención de ocultarle nada. Un
día, maestro y discípulo salieron a pasear juntos por el bosque. Mientras
caminaban, oyeron cantar a un pájaro. “¿Has oído el canto de ese pájaro?”.
“Sí”, respondió el discípulo, comprendiéndolo todo de repente. “Bien, ahora ya
sabes que no te he estado ocultando nada”, le dijo el Maestro.
En cualquier comunicación podemos ser emisor y oyente. Preferimos,
normalmente, hablar a escuchar. Escuchar es distinto de oír. Oímos ruidos,
palabras y lo hacemos sin que intervenga nuestra voluntad. Oímos sin querer. El
escuchar es un acto consciente, voluntario y libre. Escuchar no quiere decir no
hablar. Escuchar es algo más que estar callados.
Con frecuencia escuchamos sin oír, del mismo modo que también oímos sin
escuchar. Escuchamos sin oír cuando queremos confirmar nuestras ideas en lo
que dicen los demás. Por querer escuchar algo preciso, se obstaculiza el
simple oír. A medida que amamos a una persona, le escuchamos con benevolencia.
La palabra y el silencio sirven al amor. El nivel más profundo de comunicación
se realiza por medio del amor, pues el amor une. Cuando detestamos a alguien,
lo herimos con nuestra palabra y silencio.
Se escucha
con los oídos, pero sobre todo con el corazón. El corazón es el lugar de la
confianza, una confianza que puede llamarse fe, esperanza o amor. Para
escuchar a Dios y a los otros es necesario el ayuno del corazón.
Vivimos con
nuestra cabeza: pensamientos, ideas, preocupaciones. Una cabeza llena de
trabajo acaba por rendirse. Hay que vivir desde el corazón, que es el centro de
la persona, lugar del encuentro conmigo mismo, con los demás y Dios.
Saber
escuchar. El saber escuchar es básico en cualquier relación humana, sobre todo
cuando se trata de ayudar a otra persona. Muchas veces se resuelven los
problemas simplemente escuchando a los otros, se les alivia la carga. El hecho
de que alguien se sienta escuchado y pueda expresar sus sentimientos produce un
efecto de catarsis.
Saber
escuchar es la primera característica de todo buen dialogador. Escuchar
significa acoger y
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