VIVIR EN GRATUIDAD
Había una vez un hermoso rosal que crecía en
medio de una pradera, junto a una planta de cadillos, fea y sin gracia. A pesar
de ser tan hermoso, el rosal no era feliz, y veía con envidia al cadillo, que
siempre sonreía e irradiaba una alegría especial. Un día, el rosal no aguantó
más y le preguntó al cadillo la razón de su permanente alegría, a lo que éste
respondió:
-Soy feliz porque me siento profundamente
amado. Se refería al sol y sabía que sin él no podría existir.
Dios es como
el sol: da luz y calor, vida en
abundancia. . Dios ama con una amor gratuito,
Dios es un
padre amoroso que nos ama a cada uno tal como somos. El nos ha regalado el don
de la vida. No nos ama no porque nosotros seamos buenos, sino porque El es
bueno. Su amor es gratuito: nosotros no hemos hecho nada para merecerlo. Nos
ama sin esperar nada a cambio. En nuestra vida tenemos que ir aprendiendo a creer en el amor de Dios, a fiarse de su perdón, a
dejarnos se transformar por él.
Jesús nos enseña cómo tenemos que proceder
en nuestra vida. Si alguien te invita a una comida de bodas, nos recuerda, no ocupes el primer lugar; nos pide que no sea motivo de nuestra vida el afán de figurar, de
dominar y de hacerse famoso a costa de los demás. El cristiano, pues, debe amar sin buscar recompensa, porque si ama a los que le aman ¿qué premio merece?
¿no obran así también los incrédulos?
Nuestro amor debe ser gratuito,
parecido al de Dios que hace brillar el
sol sobre buenos y malos, y hace caer la lluvia sobre justos y pecadores".
«Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os
procuréis oro, ni plata, ni calderilla...» (Mt
10,8-10). Toda la vida de san
Francisco de Asís, juventud, la conversión, toda la vida evangélica y
misionera, al igual que su vida de oración, están marcadas por la gratuidad.
Todos sus actos son muestra de que no va tras la mera búsqueda inmediata de sus
intereses. El sabe que Dios es
gratuidad, gracia, plenitud de Vida. Dios no se arrepiente de sus llamadas y
sus dones. La encarnación, vida, gestos, enseñanza, muerte y resurrección de
Cristo son multiformes e inauditas muestras de tal verdad. Para él todo es don.
El Evangelio es la revelación última de la «gracia» de Dios, de la gratuidad de
la creación y de la redención. Quien descubre y acoge esta gratuidad del Amor,
que salva, se adentra, sin saber cómo, en la alegría.
Y de la
gratuidad brota también la libertad. La vida de Francisco invita a toda la
humanidad a vivir en gratuidad. Hoy día, en que nuestro mundo impera la
eficacia y la rentabilidad necesita vitalmente de testigos de la
gratuidad. La gratuidad representa todo
cuanto nunca será mensurable, contable, y rentable. La ternura de Dios, la
música, la pintura, las flores, la poesía, el don de sí, la amistad, la
benevolencia..., no sirven para nada, en un plano estrictamente «utilitario»;
pero sin ellos la tierra se haría inhabitable.
El
agradecimiento o la acción de gracias" tan enraizadas en la oración y
liturgia de la iglesia, nace del mismo Jesús que andaba siempre diciendo te doy
gracias Padre por esto y por lo otro y por lo de más allá", se consolidó
con Pablo que empieza o termina muchas de sus cartas "dando Gracias a Dios
Padre de nuestro señor Jesucristo" y se ha hecho praxis en la liturgia
católica, casi como una obligación.
Cuando la
persona vive en la "gratuidad” no hay necesidad de agradecer. Agradece el
que reconoce que ha recibido algo que no tenía y esto, en muchas
ocasiones, vincula, ata, y religa a
quien nos regala cosas o hechos.
La gratuidad
es diferente, y también está presente en la Escritura cuando se nos pide que
nos alegremos porque "se nos ha dado un niño, un Hijo", porque Dios está
cerca, porque somos amados como carne suya y su heredad, porque Dios se ha
hecho carne nuestra para regalarnos su vida que es espíritu, porque nos espera
a la puerta de casa (de la muerte) con los brazos abiertos y la fiesta a punto,
porque conoce nuestras debilidades, porque cura nuestras heridas…
La gratuidad,
(y eso es la salvación), no implica necesariamente agradecimiento. Creo que la
respuesta mas acertada es la Alegría. Sí, la alegría, porque uno se da cuenta
no de lo que no tenía, sino de lo que tiene y ya es suyo. La alegría es la
actitud del que "acoge" el regalo (en este caso el Amor de Dios) y lo
integra en su existencia, dé o no de las gracias. Lo que da son frutos, los
frutos del convencimiento de que siendo pobre ahora es rico, de que estando
lejos ahora está cerca, de que siendo extraño ahora es hijo y heredero de las
promesas y como tal, vive y no puede vivir de cualquier manera, sino alegre y
felizmente. El agradecimiento se torna así vida y obras y sobre todo felicidad.
Dios quiere que
seamos felices. Y tenemos que aprender a ser felices dando y recibiendo, a amar
como Dios, gratuitamente, sin esperar ninguna recompensa.
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